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Crítica / Música

Una OSPA inspirada

Con un programa a priori algo dispar y que en el Jovellanos no debería tener su mejor lucimiento, la Orquesta Sinfónica del Principado y el Coro de la Fundación Princesa bordaron la cita musical

Bajo el título "Inspiración II", se presentó la OSPA en Gijón para ofrecernos dos obras compuestas por dos de los Grandes con mayúscula: "Música acuática: Suite n.º 1 en fa mayor", de Haendel, y la "Misa n.º 5 en la bemol mayor", de Franz Schubert. Dos obras de estilos y recursos diferentes, distantes en el tiempo, con finalidades totalmente dispares y creadas para recintos que nada tienen que ver con un teatro como el Jovellanos. Pero así de inspirada se sintió la OSPA, y las dos cuajaron para deleite de una butaca bastante repleta dispuesta a escuchar a la orquesta, reforzada por dieciséis alumnos del Conservatorio de Oviedo. Sin duda, para ellos un gran reto y para el público un placer poder comprobar que en Asturias hay mucho nivel y relevo generacional.

Con la obertura de "Música acuática" nos trasladamos al Támesis acompañando al rey Jorge I en sus paseos fluviales, durante los diez movimientos de la obra. La ventaja de no estar surcando el río (además de evitar la lluvia, los olores y el frío) es que desde el escenario del teatro nos llegan infinidad de matices y líneas orquestales que se hubieran perdido por el río, sin duda.

Y es que, si por algo se caracteriza esta orquesta, bajo la dirección de Rossen Milanov, es por su capacidad para darle vida a una partitura plana y ofrecer una gran riqueza de contrastes entre la sección de cuerda y la de viento, que fue completada con la riqueza tímbrica del clave. Para la orquesta fue como un paseo por el Támesis, es decir, una partitura que resulta fácil para unos profesionales que están acostumbrados a abordar dificultades muchos mayores.

La emocionante interpretación de la "Misa n.º 5 en la bemol mayor", de Schubert, contó con el Coro de la Fundación Princesa de Asturias y la colaboración de los solistas Marta Mathéu (soprano), Marina Rodríguez Cusi (mezzo), Evan Johnson (tenor) y Joan Martín-Royo (barítono).

Los cuatro solistas estuvieron magníficos, cada uno en su papel, magnífica la orquesta y magnífico el coro. Todos juntos provocaron momentos de emoción e intensidad desbordante. Puede que Schubert no tuviera una gran formación religiosa y que siempre se le recuerde por sus lieder, sus impromptus o sus sinfonías; también puede que en cuestiones de misas tenga partituras de más altura técnica. Sin embargo, en manos de unos buenos intérpretes y con una buena dirección (como es el caso), su "Misa n.º 5" es capaz de elevarnos a estados emocionales en los que es necesario contener la respiración para mantenernos sujeto a la butaca. En definitiva, un lujo de orquesta que mantiene su inspiración y un lujo de concierto recompensado con sonoros aplausos.

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