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La columna del lector

Sobre el carbón que aparece en la playa

Durante el año, en varias ocasiones, la playa de San Lorenzo aparece cubierta por una capa fina de carbón de más o menos extensión y con un tamaño de partícula entre 3 y 10 mm aproximadamente. Este fenómeno se viene produciendo periódicamente desde hace muchos años. Ya en la década de los 50 del siglo pasado, el Ayuntamiento de Gijón encargó al Instituto Nacional del Carbón, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, un informe para tratar de poner remedio a este suceso. En principio, se barajaron como fuentes posibles de contaminación, la mina de la Camocha (cuyas aguas de lavado desembocaban por el río Piles en la misma playa), el Puerto del Musel, los muelles de Gijón y los lavaderos de la cuenca central asturiana, cuyas aguas vertían al mar por el río Nalón y cuyos depósitos, arrastrados por las corrientes, podrían ir a parar al lugar de referencia. De todos los análisis realizados, en el petrográfico el microscopio reveló que el carbón era de composición muy heterogénea respecto al grado de carbonificación; es decir, a su evolución, por tanto, de procedencia muy diversa, concluyendo que: "aunque pueda venir en parte de la Camocha, se pueda afirmar, de modo rotundo, que una buena parte tiene origen distinto". En aquellos años, toda la región estaba sometida a una fuerte industrialización basada principalmente en la extracción del carbón, cuya procedencia eran las numerosas minas de la región.

En la actualidad, el consumo de carbón sigue creciendo en España. La dificultad que presenta la implantación de centrales nucleares, la dependencia del petróleo y del gas, y la idoneidad de utilizar los recursos propios hace que el sector eléctrico sea el principal consumidor de carbón en nuestro país, seguido del sector siderúrgico y del cementero. Por este motivo, la producción de carbón propia es insuficiente y las importaciones más "notables" en cuanto al carbón son de hulla siderúrgica, o coquizable.

Con la ampliación del Puerto del Musel y del Parque de Carbones de Aboño, y su utilización como grandes depósitos de carbones, pueden ser en sí fuentes de contaminación.

Los fuertes vientos y la manipulación del material de las pilas de carbón producen polvo y partículas que, en parte, caen al mar depositándose en el fondo. Y a estos depósitos de carbón de diversa procedencia, se añaden las aproximadamente 100.000 toneladas de hulla sumergida frente al cerro de Santa Catalina por el hundimiento del barco Castillo de Salas en 1986.

La hulla siderúrgica, carbón lavado con un 10% de cenizas y una densidad entre el 1,20 y el 1,40, es relativamente ligera. Por otro lado, el carbón térmico, con un porcentaje en cenizas de aproximadamente 35 % es un material más heterogéneo y posee componentes que pueden tener distintas densidades, entre el 1,30 y 1,90. Ambos carbones, en un régimen turbulento provocado por mareas vivas con mar de fondo, corrientes y grandes olas, se mantiene en suspensión y se desplazan con el movimiento del agua hasta depositarse en zonas protegidas o más tranquilas. Por tanto, partículas más ligeras de carbón llegarán a las playas depositándose sobre la arena, material de más densidad.

A pesar de que en otros países desarrollados el consumo del carbón ha disminuido, en España aumenta. La importancia de otros combustibles fósiles (petróleo y gas) y de otras fuentes de energía alternativa no debe ser ignorada; sin embargo, hoy en día, ninguna ofrece a corto plazo una energía económica y sin problemas. Los depósitos de carbón en nuestras playas son la consecuencia de la manipulación y el transporte a la que se le somete para que podamos mantener nuestro estado de bienestar. Debemos acostumbrarnos a convivir con ello porque mientras sigamos consumiendo carbón, en las condiciones actuales, seguirá apareciendo en la playa.

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