La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Otra maldita tarde de domingo

Dos historias, el mismo cuento

El origen del barrio de Vallecas y el muro de Trump en la frontera

Durante los años cuarenta y cincuenta, Vallecas se había convertido en un centro de miseria y subdesarrollo. Allí llegaba principalmente el pequeño agricultor y el inmigrante, en busca de una vida mínima. Ante la falta de ingresos, y ante los elevados costes, las viviendas se habían empezado a realizar sin apoyos, de forma autónoma, con cada familia utilizando los materiales que ella misma conseguía. Pero el 23 de agosto de 1957 apareció un decreto que prohibía pisos de construcción propia sin los correspondientes permisos y desembolsos, por lo que la sociedad, para atajar el hambre y la honra, tuvo que idear un nuevo camino. Cada noche, cuando nadie vigilaba, familias enteras se unían para edificar bajo la luna los cimientos básicos del hogar. Porque se daba la curiosa contradicción de que otra ley impedía derribar una casa habitada. Los vecinos levantaban los muros y ayudaban a instalarse a aquella familia que acababa de llegar del pueblo esa misma mañana. Los primeros días vivían sin agua, sin suelo, entre escombros. Había que construir lo básico para que pareciese habitable. Cuando amanecía no había denuncia posible, pues ya había gente viviendo en aquel hogar. Así crecieron muchas familias, que se mudaban de otras zonas donde habían sido expropiadas. Así nació, en parte, Vallecas.

El pasado 28 de febrero, cincuenta años después, conocíamos la sentencia por la que un juez mexicano, Gonzalo Curiel, permitía a Donald Trump la construcción de un muro que separe el propio estado mexicano del estadounidense. Lo harán a plena luz del día, a la vista de todos, con los permisos en regla. Para acelerar el proceso se esquivarán una serie de regulaciones medioambientales defendidas por el Gobierno de California y varios grupos ambientalistas, que podrían causar daños irreparables a decenas de especies. Tyler Houlton, portavoz del Departamento de Seguridad Nacional, alegó como respuesta el siguiente comunicado: "Los muros han funcionado en Yuma, Arizona y San Diego, donde han visto una disminución del noventa y cinco por ciento en los intentos de cruces fronterizos ilegales. Simplemente, los muros funcionan". Así nace, en parte, nuestro viejo nuevo mundo.

Dos formas muy distintas de entender el honor, un concepto muy relativo, que casi siempre va asociado al hambre. Lo habitual en un juicio es la igualdad de partes, algo que tendríamos que tener muy presente cuando valoramos cualquier movimiento migratorio. Dos gobiernos y dos épocas, que optan por resoluciones similares permitiendo que el pueblo actúe de presidente. Dos construcciones que nos remiten al mismo delito: no sabemos qué hacer, no queremos crecer juntos, preparemos las siguientes elecciones, confiemos en que ellos mismos logren hallar la solución. Lo mejor, si has imaginado un honor y careces de hambre, es siempre mirar para otro lado.

Compartir el artículo

stats