La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Patricia, el ángel de Gabriel

El ejemplo de cordura y dulzura de una madre que nos reconcilia con la sociedad

Patricia, no quería hoy hablar de ti. ¿Sabes? Quería dejar de oír noticias terribles, tanto de mi trabajo como del mundo en general, que al fin y al cabo ambos se solapan. No he podido dejar a un lado esas penas que me llenan el alma de sombras. Pero tú me has dado esperanza. En mi vida he visto tanta dulzura y tanta cordura en una madre que aún no sabía si encontrarían a su hijo vivo o muerto. Tampoco había visto la unión tan fuerte que tenías con tu exmarido, cogidos de la mano, defendiendo y pidiendo, rogando por lo que os une que es infinitamente más importante que lo que os ha separado: un hijo.

Eso que los psicólogos no paramos de pregonar, que para no tener una sociedad enferma, vamos a tener que pasar de los juicios, de las descalificaciones, de los rencores y de esa palabra tan fea que tú nunca has nombrado: la venganza. Y es que muchos de esos padres separados utilizan a sus hijos para vengarse del cónyuge que les ha hecho daño, lo vemos tan tan a menudo. Por eso vuestra imagen cogidos de la mano, unidos por lo que algún día hicisteis con todo el amor del mundo, me ha hecho reconciliarme un poquito con esta sociedad que nos ha tocado vivir. No he podido mandar un pescadito, ni pensar ni siquiera en ello, porque te juro que me dolía tanto, tanto.

No he dejado de pensar en la agonía que tenías que estar viviendo, y he decidido no hablar de ello. Cambiar de canal. Yo, Patricia, no soy ni la mitad de fuerte que tú. Yo he sido la primera que he pedido la condena íntegra para ese monstruo, yo es que soy así, impulsiva, y supongo que no tengo esa bondad que destilan esos ojos tuyos. Tan negros y tan dulces. Me he dado cuenta, Patricia, de que ante el sufrimiento todos nos unimos y que no importan los partidos ni la afiliación política. Te he visto acariciar con ternura al ministro Zoido y me he puesto a llorar como no lo había hecho cuando ví que le habías regalado la bufanda de Gabriel. ¿Ves? No hay fronteras, ni ideas, ni gobiernos, ni súbditos. Solo he visto personas, maravillosas personas, que mediante caricias se consolaban mutuamente.

Estáis en las antípodas en cuanto a ideas políticas, pero tú como yo sabes que en todos los lados hay maravillosas personas que fomentan esa unión que todos deberíamos tener. Sin utilizar políticamente un hecho tan trágico. Os he visto a los dos, tú le acariciabas una y otra vez la cara y el señor ministro no podía reprimir una lágrima, como esa guardia civil que ha puesto su empeño, su vida en conseguir encontrar a tu hijo... y sé que también han llorado. ¿Sabes, Patricia? Al final, el dolor, cuando es tan fuerte, une, como une un sentimiento común de todos los padres del mundo. El inmenso dolor de haber perdido un hijo. Ese hijo que es solo vuestro, pero que perdónanos, también un poco nuestro? gracias a ti.

Por tus palabras, por tus ojos, por tus gestos, hemos visto cómo era? un niño maravilloso. Tan maravilloso como sus padres. Estáte tranquila, Patricia, allá arriba, yo que creo, sé que tendrás un ángel al que tú has enseñado a tener alas, las mismas que tienes tú, aunque nadie te las vea. Y sé que hará que tu vida vuelva a ser todo lo feliz que puedas porque quizás con tu ejemplo has ayudado a otros padres, a otras madres, a educar a sus hijos en la tolerancia, en el amor y en esa ternura inmensa que desprendes por cada poro de tu piel. Daría algo por conocerte, porque tengo mucho que aprender de ti. Gracias, Patricia, por tu ejemplo, por haberme hecho pensar tanto estos días, por enseñarme el camino que todos los padres de buena voluntad deben seguir . Gracias de corazón.

Compartir el artículo

stats