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Contrueces

Un barrio que está lleno de recuerdos y la deuda de Gijón con el alcalde Palacio

El pasado viernes fui de "excursión" a Contrueces y los recuerdos se me agolparon de repente. Me vino a la memoria mi despedida de soltero en Casa Pascual (entonces no íbamos ataviados lolailamente), en dónde los calamares fritos merecían el desplazamiento. Rememoré los tiempos del busca, que sonaba a horas intempestivas y ahí me fui a una urgencia de una señora con presunto dolor de infarto (digo presunto, porque, a pesar de que le di una cafinitrina, me quedó claro que la mujer tan sólo pretendía llamar la atención de su pareja golferas) ? Al salir del ascensor con mi minúsculo maletín, me topé con cuatro mozalbetes amenazantes y servidor, que no tiene media hostia y que jamás se peleó, dijo con voz autoritaria: "Seguro que no me estabais esperando". Abrí la puerta, cagau de miedo, pues eran los tiempos de la heroína, a sabiendas de que, con mis recetas, a las malas, saldría del paso. Llegué a "mi seiscientos" y una vez en el coche, desconecté el maldito busca y me prometí que nunca más estaría de guardia.

Bien, dicho esto quedé asustau de lo guapo que está Contueces, tomé unos culinos con mi amigo José Cernuda en la imponente sidrería Corujo y tomé una sublime merluza en el Mayador que regenta con éxito un ex de Vitorón. Volví caminando por la avenida del Llano extasiándome con Los Pericones y al llegar a Los Fresnos (mítico campu en el que jugué de chaval con el Inmaculada), vínome a la cabeza La Cabila y les calles sin asfaltar hasta que llegó el genial alcalde, que sin duda lo fue, José Manuel Palacio.

Por cierto, esta ciudad continúa en deuda con él.

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