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Son insaciables

El caso de Cristina Cifuentes como un reflejo de ciertas actitudes de la clase política poco edificantes

No se conforman con habernos esquilmado, con haber sacado de nuestros bolsillos miles y miles de millones de euros, cantidades tan enormes que ya hasta hemos perdido conciencia de su importancia y de lo que estamos pagando por ellas, porque seguimos pagando esos dineros y seguiremos pagándolos durante mucho tiempo, recortes mediante.

Pero no les basta con esto, cubiertas con creces todas sus necesidades materiales, necesitan satisfacer su ego y cumpliendo una por una todas las etapas que Maslow reflejó en su pirámide de las necesidades, están en la etapa en la que necesitan reconocimiento, autocomplacencia, refocilarse en su situación, en sus privilegios, que se note quienes son ellos y quienes somos nosotros; o mejor, queé somos nosotros, porque para ellos no pasamos de cosa, de objeto que sólo es necesario para que puedan seguir medrando. Les importamos un comino y se cuelgan medallas que no tienen y másteres que tampoco, conscientes de que no les va a pasar nada.

En el caso de Cristina Cifuentes, son múltiples las observaciones que se pueden hacer. Existe un documento público falsificado, lo que según el código penal podría acarrear penas de prisión de entre tres y diez años, aunque tal y como están discurriendo las cosas, no parece que la fiscalía tenga muchas ganas de tirar del hilo. Pero, ¿quién es el responsable de esta falsificación y sobre todo, que le ha llevado a cometer unos hechos de semejante gravedad? Puede ser por agradecimiento, por prestar un servicio en espera de una gratificación posterior, o simplemente un eslabón de una cadena creada específicamente para estos fines. La respuesta de los responsables de la Universidad, que no pudo ser más torpe, el hecho de que un rector haya sido acusado de múltiples plagios, tanto en sus publicaciones, como en su tesis doctoral y que curiosamente la por entonces "limpia" Presidenta de la Comunidad de Madrid no hubiera querido opinar ni intervenir en el tema basándose en la autonomía de la Universidad, o la resistencia de responsables de la universidad a retirar el honoris causa a Rato, alimentan cualquier suspicacia.

¿Qué es más grave, el hecho en sí de la falsificación o el cinismo de Cifuentes que mintió hasta la saciedad, llegando incluso a insultar a quienes en cumplimiento de sus obligaciones parlamentarias le pedían explicaciones?

En este punto me entero de la renuncia de Cifuentes al máster, incluso leo la carta dirigida al rector comunicándole esta renuncia en la que insiste en señalarle como responsable. Pero, renuncia ¿a qué? ¿puede renunciar a un máster que no tiene? Evidentemente no, pero dispuesta a morir matando, no tiene ningún empacho en seguir manteniendo su inocencia y seguir mintiendo descaradamente, consciente de que sus seguidores aceptarán cualquier excusa para justificarla. Aunque la pillen en un vídeo "mangando" unas cremas en un supermercado.

Es muy preocupante la respuesta ciudadana. En cualquier democracia consolidada, que un político mienta es rechazado por la ciudadanía. Nixon dimitió por mentir sobre el Watergate más que por el Watergate en sí. A Clinton le salvó reconocer su error y pedir disculpas por él. De los políticos japoneses, alemanes, nórdicos, ya ni hablamos. Aquí, las evidentes mentiras de Cifuentes fueron justificadas por muchos ciudadanos (y Ciudadanos) que inundaron las redes sociales y los medios de comunicación con mensajes que restaban gravedad a los hechos o ponían el ventilador en marcha para salpicar a otros políticos por aquello de mal de muchos, obviando que este ventilador puede servir para tapar las vergüenzas del bipartido, pero que cada vez somos más los que no creemos ni en uno ni en otro de los partidos clásicos.

¿Y qué decir del repentino adelgazamiento de los currículos de unos cuantos prohombres y "promujeres"? Hay quien se ha quedado sin currículo, aunque eso sí, mantiene el puesto, que hasta ahí podíamos llegar. Pensar que lo de Cifuentes no es un caso aislado no es nada aventurado.

Y esto me lleva a una última reflexión. Nuestras instituciones deben de ser un reflejo de nuestra sociedad. En nuestra sociedad hay universitarios, cada vez más, pero también trabajadores manuales, oficinistas, campesinos, parados, pensionistas. Gente que conoce los problemas de la calle porque vive a pie de calle, pero que tiene muy pocas posibilidades de acceder a esas instituciones porque "no tiene la preparación necesaria". Algún día, a lo mejor entendemos que nuestros representantes tienen que detectar nuestros problemas cotidianos, conocerlos, mamarlos, y luego llevarlos a las instituciones para buscarles soluciones. No tienen que redactar las leyes, tienen que promoverlas; para redactarlas hay técnicos de sobra en cualquiera de estas instituciones, lo que no hay, lo que cada vez se echa más de menos es gente corriente.

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