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Dudas segundas

Sobre la destrucción de una placa en la calle Instituto que recordaba al dictador Primo de Rivera

A medio semana lucen, entre cien fuentes y "másteres" populares, los primeros soles. Me acerco al balcón, son las once de la mañana, y veo la ciudad muerta o, al menos, dormida. El Instituto está en obras, ¿le colgarán más carteles? A la "Iglesiona" no le funciona la verja de cierre, debe ser el raíl, la hará falta una mano de aceite o un master; y dicen que quieren limpiar a la Basílica los negros manchones que dejó en su fachada lateral del Instituto el humo del incendio.

Aquellos humos vinieron de Primo de Rivera, el alcalde Vereterra y el P. Elorriaga, que dice la canción "Ya no puede ser más cura, porque de un tiro mandó a Tuero a la sepultura". De la suma de todo vino el incendio popular, cuyas huellas se pretende borrar.

Don Rodolfo Llopis, destacado pedagogo, "profesor de la Escuela Superior del Magisterio, miembro destacado del Partido Socialista y con el correr del tiempo, secretario general del mismo durante el exilio", -¡ningún centro de enseñanza de este reino lleva su nombre!-, y el reputado doctor gijonés Don Carlos Martínez, rico burgués, libre pensador, algo masón y republicano radical socialista, estuvieron a punto de evitar el incendio de la "Iglesiona", ya en el gobierno Berenguer, caído Primo de Rivera.

Fue así. Tras la conferencia de don Rodolfo, -¿por qué no bautiza la derecha con su nombre la futura escuela de Nuevo Roces?-, en el Ateneo Obrero, y la fraternal cena en el Mercedes, a alguien (ni Llopis ni Martínez tuvieron la idea) se le ocurrió proponer el ir a arrancar de la "Iglesiona", fachada calle Instituto, el mármol -con letras y escudo de bronce, aún se adivinan dos clavos-, que desde el año 28, -"fazaña entamada" durante la alcaldía de Emilio Tuya García, por lo demás excelente persona y competente profesional-, mostraba al mundo que la tradicional calle del Instituto se había rebautizado a mayor gloria como de "Don Miguel Primo de Rivera", "salvapatrias", dictador y mujeriego.

Con unánime alegría se aprobó la proposición. Y los comensales, notable representación de la burguesía liberal-progresista gijonesa, fue a cumplir la misión justiciera. Todo previsto. La necesaria escalera se tomó del portal de "El Noroeste", y el martillo se pidió en el taller. Alguien, don Desiderio Martín, subió a la escalera, su nombre queda en la historia, y a martillazos intentó "destrozar" la placa, pero no pudo.

Llegó al lugar el sereno de ronda, -que de sobra conocía a todos los presentes, menos al pedagogo socialista y a un señor de Oviedo, don Alfredo, que nunca faltaba a las cenas del restaurante Mercedes, regadas con vinos Montilla y López de Haro-.

-Señores (suplicó el humilde sereno a las alegres fuerzas vivas), no me comprometan?, mi empleo, mi casa, mis hijos? Fui pescador y soy viudo.

Y el pobre continuó su ronda. Don Desiderio siguió dándole al martillo, pero el "Gargallo" resistió el asalto.

Pocos meses después, el alcalde Vereterra, antiguo régimen, ni quiso escuchar la voz del pueblo?, que había ido a pedirle que retirara el mármol de la "Iglesiona". No quiso, apelando al Pleno; y el pueblo "pleno" de santa indignación, tomó la decisión de "retirar" la "gargallada" por propia mano, "manu populi, manu dei"..

El pueblo en acción, el P. Elgorriaga, en defensa del fuero, y Tuero Morán, Carlos, paladín circunstancial del poder que emergía del pueblo, hijo de Enrique Tuya, de Quintes, y de Cristina Morán, de Somió, fueron los hados que se revolvieron. Y Carlos Tuero Morán, joven y soltero, falleció sobre las 12:30 del día 15 de diciembre, a consecuencia de hemorragia interna producida por arma de fuego? Por eso la canción que el pueblo dedicó al P. Elorriaga, que Juanra las Clotas recordaba entera.

Final de diciembre de 1930, bien trágico: Gijón, Jaca, Cuatro Vientos? ¿Perder la huella del incendio? La "Iglesiona" quemada por asalto, debe mostrarse al visitante con sus circunstancias, como "fortaleza" que fue de la Compañía de Jesús?";? "años después, el pueblo asaltaba su Colegio de la Inmaculada Concepción, convertido por la República en instituto y cuartel? Armas y Letras.

Asaltos. Incendios. Huellas de la historia. Memoria. Los guías deberían ilustrar de ello a los turistas que vienen a visitar y conocer. No, por supuesto, a los que vienen de cuadrilleros/as a las despedidas de solteros y solteras que, como las golondrinas, llegan en primavera de remotas localidades, igual de Baracaldo que de Mansilla que de Zamora, exhibiendo por paseos y calles, con satisfecha grosería, sus siempre repetidas galas de gracia y sexo. Otra vez los desfiles de cuadrillas "de fuera", anunciando las fiestas del "pareo", civil o eclesiástico, recordando a la gente que los niños tienen penes y las niñas tienen vulvas.

Y la ciudadanía de aquí, que también tiene pene y tiene vulva, pero a resguardo, soportando el desfile vespertino de los viernes, cuando golondros y golondrinas aún tienen las fuerzas enteras, y desfilan y cantan, como no osarían desfilar, reír y cantar en sus pueblos de origen o de emparejar. San Turismo. Santa compaña. Todo sea por el número de pernoctaciones, de cubas libres, cervezas, vinos y cafés, de pinchos, tortillas y cenas que consumen? y pagan.

¿Algo o alguien hace algo por el "buen" nombre de nuestro pueblo? ¿O será todo por y para los beneficios de la "fiel" hotel/hostelería?.

¿No tendrá e la villa "agentes del orden"? ¿No tenemos Foro-Ordenanza de Convivencia (y modernidad)"? ¿No tenemos Protección Civil contra desfiles inciviles? ¿No tiene Gijón bomberos con mangueras? ¿No tenemos "moriyones" y "aparicios" que dicen gobernar? ¿No tenemos "josemarías, marios, pablos y sarasolas" que controlar desde las Consistoriales, que tienen arcos, y están rodeadas de adoquines y regodones...? ¿O querrán los tales y otros cuales que sea Gigia para siempre, -salvo Somió, Cabueñes y Deva, Providencia e Infanzón, do moran señores y señoras-, Feria de Muestras y exposición semanal de la "campechanía y chabacanería" nacional?

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