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Los "CDR", la semilla del diablo

El peligro de unos grupos que pretenden convertir Cataluña en un polvorín

Lejos de solucionarse, el problema territorial de Catalunya sigue su marcha imparable hacia el abismo independentista arrastrado por una serie de mentes descerebradas que se obstinan en lograr -por cualquier medio- una independencia no deseada por más de la mitad de la ciudadanía que se siente tan catalana como española.

En ese sentido, una reciente encuesta sobre la estimación de voto publicada en un diario catalán, sobre mil entrevistas realizadas en 73 municipios de Catalunya reflejaba que, de convocarse actualmente unas elecciones autonómicas, el sector independentista perdería su mayoría absoluta en el Parlament, con claro ascenso de Ciudadanos (38 diputados), menos obvio del PSC (Partido Socialista de Catalunya) con 18 diputados y prácticamente nulo para el Partido Popular (5 diputados) o con leve retroceso de Podemos (7 diputados); sumando los 68 diputados precisos para detener el insensato "procés" de ruptura con el resto de España.

A pesar de que el Gobierno central se empeñe en negar la mayor y pretenda solucionar el conflicto catalán exclusivamente con medidas policiales y judiciales, el secesionismo, insensato pero no ignorante, tomó las medidas pertinentes para desafiar a la implantación del artículo 155 de la Constitución , tras el esperpéntico referéndum del 1-O del pasado año.

Una de esas medidas fue la creación de los Comités de Defensa del Referéndum (CDR) que garantizasen la apertura de los colegios electorales durante dicha jornada -a pesar de la ilegalidad de ese acto- para que los ciudadanos independentistas fueran a depositar su voto, mientras la inmensa mayoría del sector "constitucionalista" se abstenía a participar en semejante "sainete". En consecuencia, el "sí" mayoritario obtenido en este referéndum fue utilizado por el secesionismo para iniciar los pasos precisos hacia un futuro Estado.

Uno de estos pasos fue celebrar una sesión plenaria bochornosamente manipulada en el Parlament de Catalunya; donde de forma antidemocrática e ilegal, se declaró (al parecer, "simbólicamente") la independencia de Catalunya, en forma de una hipotética república. Dicho lo cual, los independentistas radicales se agarraron a esta "declaración simbólica" para crear la infraestructura necesaria de su ansiada república: Así, el protagonismo nacionalista de la antigua Convergencia, ERC, ANC y Omnium Cultural fue relevado desde la clandestinidad por el secesionismo radical de Esquerra Independentista, de la cual surgía el movimiento juvenil de Arran, el Sindicat d'Estudiants de Catalunya, la Coordinadora Obrera Sindical y los Comités de Defensa de la República (otros CDR), como un movimiento asambleario de barrio transversal y autónomo; aunque posteriormente adquirió un rango municipal, llegando a extenderse por Catalunya con el fin de integrar el abanico ideológico independentista (que abarca desde el PDCat y ERC hasta los libertarios y antisistema de la CUP).

Según consta en los medios de comunicación audiovisual esy escritos, los CDR iniciales se fundaron en Vilafranca del Penedés (junio de 2017) y su primera reunión "nacional" fue en Sabadell (14-10-2017) , juntando a 200 personas procedentes de 90 CDR. Más tarde, en la reunión de Igualada, se alcanzaron 100 CDR y , en la subsiguiente de Manlleu se sumaron 172; adoptando el pomposo título de Comité de Defensa de la República.

A pesar de su carácter autónomo y que, obviamente, carecen de una cabeza visible, los CDR están preocupantemente coordinados. Hoy se calcula que existen 285 CDR abarcando asambleas sectoriales de Catalunya y parte de Valencia o Baleares. Por consiguiente, este colectivo no debería ser ignorado, especialmente cuando reivindica liberar a sus "presos políticos" bajo amenaza de convocar huelgas generales en Catalunya como la del 8 de noviembre del año pasado, capaces de colapsar ciudades y autovías.

De ese modo se bloqueó la frontera con Francia por la AP-7 en Figueres, Nacional II y acceso al puerto de Tarragona , con piquetes y quema de neumáticos. Al irrumpir en varios puntos de peaje de la AP-7, los CDR pretendían ganar la simpatía del usuario al librarle del obligado pago; ignorando que, con ello, incurrían en un presunto delito que la Fiscalía de la Audiencia Nacional ya está investigando tras las detenciones realizadas.

Estos incidentes se repitieron el 27 de marzo tras la detención de Carles Puigdemont en Alemania con una manifestación de 2.000 personas en Figueres que bloqueó la frontera con Francia. Ese colectivo, convocado por el CDR "Nort Oriental", exigía la inmediata proclamación de la "república catalana" con amnistía a presos políticos y la retirada del artículo 155 para restaurar las instituciones catalanas; precisándose 30 furgonetas de los Mossos d'Esquadra antidisturbios para normalizar el tráfico. Otros CDR bloquearon la frontera sur de Catalunya con Castellón y la A-2 (en Soses-Alcarrás) durante siete horas.

Incluso más, en Barcelona capital, cien manifestantes cortaron la Diagonal en el acceso a la ciudad por la A-2 a las 7:30 de la mañana durante una hora; mientras otros CDR hacían lo mismo en la avenida Meridiana, generando los consiguientes y molestos atascos.

Irónicamente, los CDR califican sus actuaciones como pacíficas para justificar objetivos políticos aunque, por lo acontecido, ya sobrepasan la línea roja que les convierte en otra "kale-borroka" o, peor, pueden iniciar una espiral de violencia que reivindique una falsa e inexistente república, como tristemente sucedió en Euskadi durante décadas , fruto de la "semilla del diablo", representada gráficamente por la serpiente de ETA.

Dicho lo cual, procede aclarar que todos los independentistas no muestran similar grado de radicalidad. De hecho, muchos catalanes simpatizantes con el secesionismo alegan su frustración por la miopía política del Gobierno central, de la que se benefician los CDR para fomentar la ruptura con España. A tal sector de ciudadanos que aún pueden aceptar esa permanencia deberíamos ofrecer comprensión para evitar que sean engullidos hacia el abismo independentista; puesto que, con ello, perderíamos todos los españoles.

Incluso más, si exigimos la solidaridad de Catalunya con el resto de España, deberíamos aceptar que el problema territorial catalán es de todos los españoles y entender que sólo con diálogo político permanente y sincero conseguiremos soluciones satisfactorias.

Lejos de la estrategia del Gobierno central que aborda la dinámica del procés solamente con medidas policiales y judiciales, también procede reanudar ese diálogo entre ambas partes con nuevos interlocutores bilaterales y con la legalidad adaptada al tiempo actual. Así se evitaría que surjan más políticos presos (no presos políticos) que sean el caldo de cultivo para el victimismo secesionista, como ante la posible extradición de Puigdemont a España, o excusa para que actúen grupos potencialmente violentos como los CDR.

En definitiva, pienso que los CDR conllevan la semilla del diablo si ya se consideran el brazo armado del Procés y que deben ser controlados para evitar un mal irreparable. No deseo que mi Catalunya sufra el calvario del País Vasco, inmerso durante décadas en un clima de dolor generado por la violencia . ¿Exagero mi discurso? A mi juicio, sólo soy realista.

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