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Director gerente de la EMA

La importancia de llamarse Héctor

Sobre la supresión parcial de la fuente de la sede de la Empresa Municipal de Aguas

Es difícil no ser injusto con lo que uno ama. Pero volviendo al asunto anterior, ¿qué había dicho?

Simplemente, que en los mejores tiempos del arte no había críticos de arte.

Oscar Wilde , "El crítico como artista"

Que quienes debemos tomar decisiones que afectan a la "res publica", bien sean éstas modestas y de carácter técnico, estemos sometidos al escrutinio de nuestros conciudadanos es algo que tenemos asumido como inherente a nuestra actividad. Que alguna de nuestras actuaciones sea calificada con epítetos despectivos, puede molestarnos más o menos. Pero que quien desprecie gratuitamente lo que hacemos sea un buen conocedor de nuestra tarea, haya colaborado de forma muy destacada con nosotros y además cuente con nuestro aprecio resulta más desagradable.

Esto es lo que pensamos al leer en las páginas de este diario el artículo escrito por Héctor Blanco con el título "Berlanga resucita en Gijón", en el que vertía acerbos comentarios sobre la desaparición de la parte norte de la fuente que rodea un sector del perímetro de nuestra sede de El Arbeyal. Tildar de "jaimitada" esta actuación prevista en el proyecto de construcción del tanque de tormentas, que protegerá de las avenidas a los vecinos de los aledaños de la calle Brasil, nos parece impropio de alguien con el bagaje del señor Blanco.

Deja traslucir en su escrito que los motivos que nos mueven a tal actuación son meramente caprichosos, ya que para él el hecho de tener que conectar la actual nave de la EMA con el futuro aparcamiento que ocupará la parte superior del depósito no es más que un "pretexto". Le invitamos desde aquí a que conozca el tráfago de vehículos y personas cada día a las ocho de la mañana o a la vuelta del trabajo, y el juego del "tetris" que se traen operarios y capataces de nuestra empresa con los vehículos que a duras penas caben en la nave de la que disponemos actualmente.

La restitución del área afectada por la obra se ha proyectado con sumo mimo, como pudieron conocer tanto los consejeros de la sociedad como los vecinos del entorno, y ha tenido en cuenta lo concurrido de ese espacio que tenemos el privilegio de disfrutar aquí. A la hora que escribo esto estoy viendo a muchas personas con sus perros, a otras paseando y a algunos niños jugando al balón. Cuando acabemos las obras ninguno de ellos se cuestionará la eficiencia de la infraestructura hidráulica, pero no nos cabe duda de que valorarán la recuperación de esta área de ocio como algo propio.

De su apelación a lo "simbólico" de la modesta cascada nada habremos de decir, ya que por obvio resultaría redundante, pero ya que entra en cuestiones técnicas sobre la convección del aire refrescado y el teórico ahorro en climatización no puedo sustraerme al recuerdo de un profesor de primero de carrera allá en la Escuela de Caminos de Santander. Así citaba la definición británica de ingeniero: aquél que es capaz de hacer con un chelín lo que cualquier idiota puede hacer con una libra. No creo que el del ahorro fuera el leitmotiv del diseño llevado a cabo por los arquitectos que proyectaron el edificio, cuya profesionalidad conozco. Más bien me inclino a pensar que buscaron un encaje estético en un entorno a recuperar, aun sacrificando en todo o en parte algunos otros parámetros. Así se decidieron por una forma cilíndrica, cual biblioteca alejandrina, con la inevitable pérdida de espacio útil. No se puede tener todo, y consiguieron finalmente una construcción que enseñamos con gusto a los estudiantes de disciplinas de Ingeniería y Arquitectura que nos visitan de cuando en cuando. Pero lo del ahorro con la fuente...

Mantener funcionando la cascada del pedestal acuático de nuestra sede ocho horas diarias conlleva un coste que alcanza los tres mil euros mensuales, en su mayoría dedicados al consumo de esa energía que el señor Blanco supone ahorramos. Sin pretenderlo, la desaparición del sector de la fuente prevista en el proyecto reducirá esa factura en más de dos terceras partes, pero en su derecho está nuestro buen amigo historiador en remedar aquella otra escena berlanguiana en la que el Marqués de Leguineche exhortaba a marchar a Biarritz "porque, desengáñate, el Mediterráneo ha sido siempre un mar de pobres". Al fin y al cabo, la ciudad vascofrancesa también tiene playa, como El Arbeyal, están ambas bañadas por el Cantábrico y sirven de solaz a algunos grandones.

Sé que Héctor Blanco es un gran amante del patrimonio histórico y monumental de Gijón. Por ello me permito dedicarle la entrada del dramaturgo irlandés y el título que encabeza este escrito. No me cabe duda de que eso es lo que motivó la crítica que expuso, a nuestro juicio, equivocadamente. Desde la Empresa Municipal de Aguas seguiremos trabajando, también con él, para mantener ese legado ya bimilenario de la ciudad.

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