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Crítica / Música clásica

Nuevas sonoridades de éxito

El orientalismo de la OSPA triunfa en el Jovellanos en una noche de ovaciones con la guitarra de Pablo Sainz Villegas como protagonista

Esta primavera la OSPA está sorprendiendo con su repertorio, y parece que el público responde bien a las novedades, porque el pasado jueves el teatro Jovellanos estaba más concurrido de lo habitual. Una vez más, lo sugerente de las obras superaron al título del programa, que con un genérico "música y literatura" despachaba un conjunto de piezas que comparten evidentes vínculos con el orientalismo en sus diferentes facetas: desde el carácter zíngaro de Kodaly a la evocación persa de "Sherezade" de Rimsky-Korsakov, pasando por la revisión historicista de la "Fantasía para un gentilhombre" de Rodrigo. Sin duda, el público supo agradecer las nuevas sonoridades que desplegó la orquesta, en una noche en la que todos fueron ovacionados, y en especial el guitarrista Pablo Sainz Villegas, que se lució con la propina.

No es habitual encontrar a Zoltan Kodaly en las programaciones de los teatros; este compositor húngaro suena más por su labor como pedagogo y como uno de los pioneros de la etnomusicología. Esta segunda faceta está claramente presente en sus "Danzas de Galanta", en las que los temas populares se suceden entretejidos por una orquestación romántica con constantes variaciones y muy rica en colorido tímbrico. Es una obra muy compleja en lo formal; a pesar de su carácter de danza, se impone la irregularidad de fraseos en textura homofónica que obligan a una gran compenetración de la orquesta y a una cuidadosa dirección. La OSPA funcionó como un reloj bajo la batuta de Jaime Martín, que se empleó a fondo para que todo estuviera en su sitio. Primera ovación de la noche.

Es posible que la "Fantasía para un gentilhombre" de Joaquín Rodrigo fuera uno de los grandes atractivos sobre el papel; la oportunidad de escuchar en directo un concierto para guitarra no se presenta todos los días y, aunque no fuera el de Aranjuez, esta obra revive temas de Gaspar Sanz que quien más quien menos conserva en su memoria. La interpretación empezó bien, con la guitarra desarrollando con peso el tema principal y dialogando con la orquesta; a la "Españoleta" quizás le faltó vida, aunque el contraste con la fanfarria fue muy efectivo, y la velocidad del remate "Canario" complicó la definición de los fraseos. Pero Pablo Sainz Villegas tenía un as en la manga y conquistó a todo el público con "La gran jota de conciertos" de Tárrega, en la que desplegó todo tipo de recursos interpretativos. Fue espectacular, y la ovación prolongada.

Aún quedaba la "Sherezade" de Rimsky-Korsakov, un prodigio sinfónico con una orquestación magistral en la que la OSPA demostró su buen funcionamiento como conjunto para desarrollar una obra narrativa, con temas conductores desde los primeros compases hasta la cadencia final. Contraste de texturas, dinámicas y densidades, de nuevo bien conducidas por Jaime Martín, y especial mención para el concertino de la orquesta, Alexander Vasiliev, con un magnífico papel como solista. El final fue una apoteosis emocional y el público estalló en una ovación que duró varios minutos. Sin duda, fue una gran noche.

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