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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Manuales en bable

Jugar a la ligera con el grave peligro social que significa la cooficialidad

Se expedía la infraestructura de un gran telescopio fabricado en Asturias con asistencia de autoridades a los talleres en Avilés. Allí, el principal dirigente de la empresa, a la sazón presidente también de la patronal de la provincia, preguntó en voz alta al presidente del Principado si el manual de instrucciones de la próxima pieza que saliera de sus instalaciones tendría que hacerlo en bable. Buena la hizo. Se revolvió toda la grey que pretende oficializar el dialecto local y sin reparar por parte de algunos en la utilización de sal gruesa.

Ya hay autores que nos vienen advirtiendo acerca de que las formas de los nuevos fascismos. Los de hoy en día reciben otro nombre, por ejemplo, populismo, y adquieren otra forma, aunque tengan el mismo fin estos de los inicios del XXI que aquellos de los años veinte y treinta del XX. Por ejemplo, en Cataluña toman la forma de un nacionalismo separatista que insulta de forma xenófoba y racista a todo aquel que no comulga al cien por cien con sus predicamentos. Los pasados e impresentables escritos del nuevo presidente de la Generalidad catalana así lo demuestran. Tenemos un foco pronazi al frente de una importante región española y aquí en nuestra provincia, pequeño balcón entre las montañas y el Cantábrico, tenemos un pequeño brote que pugna por crecer. Los políticamente más tontos del lugar, deplorable papel que les ha tocado jugar a los torpes dirigentes del socialismo regional, ya han caído en la trampa fascista para ratones: se han ido inocentes tras un pequeño pedacito del queso electoral y se la han metido doblada. Ya habíamos quedado en que ahora, una vez percatados de la trampa, ya no saben cómo escurrirse. De momento, pueden ir horrorizándose por el nivel de los insultos recibidos por el presidente de los empresarios asturianos por el mero hecho de haber pronunciado un comentario irónico con la variante dialectal asturleonesa de por medio.

Las definiciones políticas han cambiado. Con motivo del reciente fallecimiento del periodista y escritor Tom Wolf, salió a relucir una entrevista que le realizó hace cuatro años Lucas Arraut. En ella, Wolf advertía que lo terrible de algunas cuestiones dialécticas y que, por ejemplo, la llamada corrección política es marxismo desinfectado: "Mire -decía el escritor- esos intelectuales, los supuestamente más cultivados, sometidos a la corrección política, a ese marxismo rococó, porque piensan que no queda bien oponerse a él". Eso es lo que hay con nuestros fascismos actuales que, a fuerza de corrección política, se les llama otra cosa, como populismos o separatistas catalanes. Aquí, a fuerza de corrección política no nos atrevemos a decir que la pretensión de una ínfima minoría de lo que aparentan ser un grupo de chalados en busca de una colocación, bable mediante, se les llama simplemente partidarios de la cooficialidad, sin calificarlos más propiamente de importante peligro social. De momento, más expertos o avispados dirigentes políticos se han dado cuenta. Los irreflexivos dirigentes socialistas y su cohorte de seguidores, que de todo hay, siguen instalados en el error hasta que las urnas los saquen de su penosa equivocación.

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