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Por libre

Política rosa

El asunto del chalé de Pablo Iglesias confirma cuánto nos gusta centrar el foco en lo poco relevante

Menuda historia se ha montado con lo de la famosa casa que Irene Montero -las señoras siempre primero- y Pablo Iglesias han tenido a bien comprarse. Un 'casoplón' en toda regla y que no está precisamente al alcance de la mayoría de los humildes trabajadores, tal y como ellos han sido los primeros en reconocer.

Pero miren ustedes: a mí si les hacía ilusión a los futuros padres, se lo pueden permitir y les han concedido la correspondiente hipoteca para ello, pues luego que cada cual aguante su vela en este entierro. Porque me atrevería a decir que con toda esta polémica que se ha creado alrededor del futuro hogar de la señora Montero y su esposo, el partido que éste dirige puede haber enterrado algún que otro punto en intención de voto. Fundamentalmente de aquellos que todavía se creían aquello del "no os fallaremos".

Es evidente que con tanta explicación dada a posteriori, encaminada a intentar argumentar por qué dónde no hace tanto dije digo, ahora digo Diego, no hacen sino reconocer ellos mismos y su partido, que de cara a la galería el tema no es que les haya quedado muy coherente con esa ideología que promulgan a los cuatros vientos y de la que siempre han dicho ser los más fieles y únicos abanderados en este país.

Lo peor de todo este asunto en mi modesta opinión, es que una vez más se demuestra que la política nacional gira entorno a temas que si uno se para fríamente a pensar, aportan muy poco o nada a la hora de resolver los problemas de muchísimo mayor calado y enjundia que afectan de una manera y otra, a todas las personas que con sus impuestos pagan precisamente a los políticos para que se las resuelvan.

Así que en este caso la casa es lo de menos. Como lo es el otro frente político abierto ahora con los estudios de Pablo Casado. Y como lo han sido tantos otros en el pasado, todos ellos más propios de una por llamarla así 'micropolítica' o política de bajo perfil, más propia de una comunidad de vecinos, que de una de las mayores potencias económicas del mundo.

No hace falta ser un experto analista político para llegar a la conclusión de que en política, la mediocridad se está imponiendo día tras día al talento. Y que precisamente de lo que está huérfana cada vez más nuestra clase política es de personajes altamente cualificados (real y no ficticiamente, por supuesto), que sin miedo a ser realistas con el incierto panorama actual, aporten ilusión, conocimiento y por encima de todo, soluciones igualmente realistas.

Necesitamos así que se hable y se debata mucho más en términos de 'macropolítica' (infraestructuras -¿qué hay del Plan Hidrológico?, del futuro de las energías renovables-, empleo, sanidad, educación, pensiones?) y se dejen en un segundo plano aquellos asuntos dirigidos a quienes confunden la política con una revista del corazón. Y es que eso lo que ahora manda en realidad: la política rosa. Será también porque hay mucho público que la consume. Las cosas como son.

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