Acaba de morir Félix Menéndez González; en su esquela se puede leer "Bibliotecario de Vegadeo". Quien no haya tenido la inmensa fortuna de conocerle es posible que no sepa el grado de implicación, compromiso, entrega y amor por su trabajo que tuvo Félix y lo que le debe la vida cultural -valga la redundancia- de una y otra orilla del río Eo.

Las últimas décadas de la Casa de Cultura de Vegadeo y de su trepidante actividad en forma de recitales poéticos, conferencias, debates, exposiciones, actuaciones musicales, ciclos cinematográficos, clubes de lectura, presentaciones... serían algo quimérico de no haber estado ahí Félix, una persona siempre disponible para implicarse en todo lo que de una u otra manera generara reflexión, conocimiento, divulgación. En definitiva, diversión, lo que, de forma inevitable, implicaba para él mucho más tiempo y dedicación que los propios de sus obligaciones laborales.

Cualquiera que se acercase a la Casa de Cultura de Vegadeo encontraba allí un interlocutor y un amigo, que dedicaba el mismo tiempo y atención a niños y niñas que se iniciaban en la lectura y a personas que acudían desde siempre a leer los periódicos a última hora de la tarde, a buscar una recomendación bibliográfica, a utilizar el servicio de Internet o, lo más importante, a conversar con un hombre lúcido y generoso. Félix era tan activo y entusiasta como extraordinariamente discreto y humilde, una persona que con su manera de ser y su trabajo ha marcado una época y una forma de hacer las cosas, y cuya ausencia genera un enorme desamparo.

En su Prólogo a "Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas", María Moliner decía, hablando para los bibliotecarios, "en vuestro pueblo la gente no es más cerril que en otros pueblos de España ni que en otros pueblos del mundo. Probad a hablarles de cultura y veréis cómo sus ojos se abren y sus cabezas se mueven en un gesto de asentimiento, y cómo invariablemente responden: ¡Eso, eso es lo que nos hace falta: cultura!".

Cuando Félix, natural de Alava (Salas), llegó a Vegadeo lo hizo sabiendo que el éxito de una biblioteca depende en gran medida de la persona que está al frente y con la convicción, también reclamada por María Moliner, de que "el bibliotecario, para poner entusiasmo en su tarea, necesita creer en estas dos cosas: en la capacidad de mejoramiento espiritual de la gente a quien va a servir y en la eficacia de su propia misión para contribuir a este mejoramiento". Félix, que era uno de la larga lista de bibliotecarios y bibliotecarias entusiastas a los que tantas veces ignoramos cuando no despreciamos, estaba convencido de lo primero y dedicó su vida a lo segundo.

Para hoy, martes 14 de abril, estaba anunciada una actividad más de los clubes de lectura que Félix Menéndez promovió hace 13 años: el coloquio sobre la obra de Javier Marías "Así empieza lo malo". Nada hubiera querido menos Félix que con su repentina y dolorosa marcha empezara lo malo. Y una prueba, por si hiciera falta, son las palabras que me permito tomar de su perfil en Facebook y que fueron escritas el 31 de diciembre de 2014: "Neste día gustaríame pedirlle al 2015 qu'empuxase un pouquin el sol pra poder velo aquí, nel camín de Miou. Como sei que nun é posible, pedireille algo de máis xeito: que se deixe aproveitar. Aproveitádelo entòncias".