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Concierto en Navia

El placer de soñar con Malikian y sus acompañantes

Va ya para 15 años que Juan Coloma unió su voz a las notas del pianista Horacio Icasto. Dos magníficos artistas que hicieron de Navia ese lugar de sentimientos donde la música se hace meditación soñada. El pasado lunes ese extraordinario festival estuvo, en esta ocasión, bajo la dirección del conocido violinista Ara Malikian que al compás de sus seis acompañantes desplegaron sus grandes conocimientos para ofrecernos el disfrute de un concierto a recordar.

Llegamos a Navia invitados por el amigo Francisco Rodríguez y familia que, como acogedor Quijote y colaborador de este acto, nos abrió las puertas de su agradable hogar. La mañana nos dedicó un día estupendo de playa. Luego, al atardecer, el sol se escondía tras la cortina de un cielo gris plomizo que buscaba la noche bajo un orbayu fino y persistente para que el abanico del tiempo de esta hermosa tierra asturiana nos ofreciera, para que nada faltase, toda la brisa de su encanto.

Así las cosas, nos unimos a las melodías para seguir soñando y el milagro se hizo realidad. Todo empezó con las atinadas palabras de presentadora, Alcalde y empresario. A ellas siguieron la belleza de las partituras que Malikian y su sexteto adaptaron a su peculiar estilo entre los aplausos del entusiasmo colectivo de un público entregado.

Les confieso que larga sería la lista de todos aquellos espectáculos que ya a mi edad he presenciado, pero, sinceramente, éste me impactó una vez más. He vivido en tierras que los aman y sienten y por ello siguen ahí con sus viejas raíces, allí donde la música es producto de la imaginación, como patrimonio de esa mágica y bendita inventiva.

Dos largas horas llenas de entusiasmo hicieron circular por la senda de sus venas a Falla, Vivaldi, Paco de Lucía y otros maestros compositores donde su sonido de emociones nos contagiaba la fuerza de su ingenio. A ella se unión, también, la compañía de los toques asturianos de la gaita de Luis Feito.

La música tiene mi amistad desde mis años jóvenes. Uno la entiende como ese arte que refuerza la pasión para gozar, como el mejor de los idiomas, de ese caudal de inspiración donde se abrazan poesía, magia, ternura y técnica.

Para mí, todos los instrumentos de cuerda, guitarra y violín en especial tienen esa elegancia de cuerpo femenino que se deja acariciar por la debilidad invisible del genio que sacará de su refugio todas las ilusiones posibles del corazón de su particular mundo.

Luego, cuando se escucha el sonido de sus melodías, la paz interna nos ofrece su descanso y se deja vestir con telas de mimos, alegrías, lágrimas y pasión iluminadas por la sonrisa abierta de unas notas que, en tonos suaves o en aires de filigranas, acompañan y vibran con todo un cuidado equipaje de sensibilidad.

Más tarde ocurre que, sin darnos cuenta, entramos dentro de esa parcela de placer donde hábiles manos siembran semillas y disparan su arco sobre los tensos hilos de su cuidada madera en busca de cosechas de esperanza. Esa fue la misión genial de Malikian y su grupo que, en conjunto y en solitario, se extendió por el recinto como oración en silencio monacal. Sinceramente, todo un archivo repleto de sentidas emociones. Enhorabuena, pues, a los organizadores. Después, en la calle, ya de madrugada, la luna asomaba tímidamente su cara por la ventana de una noche en calma, ya sin lluvia, ofreciéndonos un eco cercano envuelto en notas de mil colores. Un feliz día por tierras de Navia.

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