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Meditaciones desde Paraxes

Celsa Díaz

Naftalina

Envidio a los catalanes. Y los envidio porque mientras allí se enfrascan en disputas sobre la conveniencia de ser o no nación (obviemos, en beneficio de nuestra salud mental, las disquisiciones sobre la naturaleza ontológica de vasos o platos, y algunas otras que a tan altas cotas elevaron el nivel intelectual del debate) en estos lares la polémica se centra en la asunción por parte de los representantes municipales de sus obligaciones con la santa madre iglesia. Actos religiosos (católicoapostólicosromanos, por supuesto) asociados a distintas festividades se presentan en algunas molleras como de obligado cumplimiento para alcaldes y concejales. Parece imposible que en pleno siglo dieci... ¡Uy! veintiuno, ¿en qué estaría yo pensando? -pequeño homenaje a Les Luthiers- la estrategia descalificadora del rival político transite por esos andurriales. Las palabras de algunos ediles ovetenses y del arzobispo indican a las claras que los primeros andan bastante resentidos por la pérdida de la alcaldía y que el segundo confunde la naturaleza de su cargo. Pero los tiempos están cambiando.

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