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La Ventana

Y ahora, Degaña

La mala noticia del cierre de la escuela

La mayoría de las noticias que nos asedian diariamente no hacen otra cosa que contribuir al desánimo, a la infelicidad y a la constatación de que el mundo que nos ha tocado vivir es manifiestamente mejorable. Alguna que otra vez nos encontrarnos con una buena noticia: el gobierno de Colombia firma la paz con las FARC; Cuba y EEUU ponen fin a 50 años de aislamiento a la isla; algún día, ojalá, oiremos el final de la barbarie de Siria. Estas noticias, que son evidentemente buenas, han de verse también como consecuencia de largos periodos de nefastas noticias.

En nuestro entorno ver, como hemos visto estos días, que se cierra la escuela de Degaña, es una muy mala noticia, un eslabón más en la sucesión de malas noticias que con demasiada frecuencia se producen a lo largo y ancho de todo el territorio asturiano.

Echemos una mirada atrás, sin ira y sin nostalgia, para comprender mejor el momento actual. En los 80 se produjo en España una reforma educativa sin precedentes que revolucionó el sistema y de la cual hoy se viven sus consecuencias. Aquella reforma, so pretexto de una calidad infinitamente mejor, extendió por toda Asturias una compleja telaraña de líneas de autobuses que succionaban a la población infantil a sus interiores para posteriormente vomitarlos en unos recintos de dimensiones enormes que se asemejaban a centros penitenciarios. Aquella transcendental medida cerró cientos de escuelas, otras muchas quedaron gravemente heridas y fueron echando el candado paulatinamente.

Ahora el argumento que se esgrime para el cierre de la escuela de Degaña es inapelable: no hay niños. Efectivamente no hay niños. Secas las minas y vacías la escuela el devenir del municipio se presenta incierto. Hubo un tiempo, no demasiado lejano en que sí los había, y en abundancia, en cada pueblo, en cada casa. Ahora en los pueblos quedan, y cada vez menos, abuelos que entre suspiro y suspiro ven, impasibles, pasar los días.

En el Occidente causa risa, por no decir otra cosa, cuando se proclama con enorme énfasis el derecho de padres y madres a elegir en centro educativo para sus hijos. Aquí se añoran las cuatro paredes frías y en su interior niños y niñas en torno al maestro o maestra, que sin recursos, educaron a unas generaciones que protagonizaron la transformación de todo un país.

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