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Psicóloga y logopeda

Entender el drama por duelo

El llamativo sufrimiento que se vive en solitario y sus motivos

En una mirada, sin pretensión de honduras, es comprobable que la conducta propia y la del prójimo es cuando menos compleja. El hecho es que no es dado interpretar la conducta del individuo como ajustada al arco reflejo, al que sí responde el simio y el resto de la escala inferior de los seres vivos. Si la conducta del individuo es compleja, no siendo por ello fácil su interpretación, es porque los motivos, que dan razón de la conducta, no son los que se dicen ser, ni los que se creen ver desde un atender inauténtico. Esta complejidad se pone de manifiesto más si cabe en las personas sufrientes de dolor psíquico. Así, por ejemplo, en las personas mortificadas por el sufrimiento conocido como depresión se debe suponer que el motivo origen de este padecer ha debido producir una herida harto dolorosa.

Movidos por el interés acerca de la condición humana y por qué en algunos casos -más de los que se puede sospechar- hay personas que sufren en forma desmedida, más allá de la propia dificultad planteada por el mismo hecho de vivir, llama la atención el sufrimiento que por así decir se vive en solitario. En este caso es observable que la herida del doliente la ha debido causar bien la pérdida de un ser querido, sufrimiento conocido como "drama por duelo", bien por haber sido abandonado por el amado, estado anímico conocido como depresión. Cierto que, en este segundo caso, la herida origen del sufrimiento no sólo tiene lugar en la alcoba de los amantes. Es frecuente, en el origen de este sufrir de melancolía, toparse bien con una falta de apreciación de los méritos propios por parte de quien así lo debería reconocer, bien la pérdida de la autoestima inducida por aquella persona con quien se ha adquirido el compromiso de amarse y respetarse, bien la disposición adquirida en muy temprana edad por una madre trastornada o ausente, bien el acoso laboral o escolar y, así, innumerables situaciones que atrapan a sus víctimas en la mortificación melancólica.

La característica definitoria del estado de duelo es ser una afección del alma, afección normal por no guardar en sí misma condición que de paso al estado propiamente depresivo. En el origen del "drama por duelo" se halla bien la pérdida de un ser al que al doliente le une fuertes lazos afectivos, siendo esto lo más frecuente, bien la mancilla de la patria por propios o extraños, bien la pérdida de la libertad, bien la decepción con los ideales de la bandera seguida, siendo estos últimos menos habituales.

Desde una consideración clínica, el duelo no es objeto de tratamiento, al no ser juzgado un estado patológico, si bien es cierto que el dolor por duelo perturba la vida del sufriente y, en los casos graves, necesita ayuda experta. Por otro lado, la expectativa de superación del estado anímico del duelo es a corto plazo, lo que tiene lugar una vez se llega a la asunción de la realidad. En los casos más graves, el sufriente puede manifestar cierta apatía o desinterés por su entorno e inhibición de los afectos; en cambio, la autoestima no se ve dañada. Sus actos y pensamientos gravitan entorno al ser perdido y la memoria de éste ocupa y, en gran medida, determina su vida y actividad anímica.

El sentimiento de duelo pone de manifiesto la complejidad, arriba aludida, de la condición humana. Esta complejidad se deja observar respecto al principio hedonista o inclinación natural de búsqueda de lo placentero y protección frente al dolor, principio que rige la conducta en el reino animal. Pero es el hecho que, en los casos más graves de drama por duelo, el individuo parece poner en cuestión este principio.

Efectivamente, en estos casos graves, el individuo parece resistirse abandonar el sufrimiento que le mortifica. Lo habitual en el drama por duelo es que, una vez transcurrido el tiempo y, si en el sujeto no se da la disposición a la melancolía, éste acabe asumiendo la realidad y se libere del estado anímico más propio de una zozobra existencial. En razón del principio hedonista referido, lo esperado es que el afectado por duelo se sobreponga a la pérdida del ser amado, a su recuerdo y a todo el universo afectivo que a él le ligaba, y que ello no le atrape en el sufrimiento y, a su vez, que oriente la energía psíquica en la dirección que le ayude a restablecer el equilibrio emocional dañado por la situación traumática. Sin embargo, hay individuos, cuya situación se agrava, gravedad que tiene lugar al resistirse aceptar la realidad, una realidad en la que ha dejado de existir el ser amado. En estos casos, el sufriente se resiste aceptar el hecho irreversible y, mediante un proceso inconsciente, confiere realidad a lo que solo son "fantasías desiderativas".

Este síntoma es la reacción del sufriente "a una pérdida afirmada por la realidad", observado en los casos considerados graves. Ahora, el individuo pasa a ser presa del sufrimiento, gravedad que le aparta de la realidad, intensificándose más si cabe los afectos, a tal extremo que aparece en él síntomas que, en la vieja escuela analítica, eran identificados como "alucinaciones desiderativas". Estos síntomas consisten en fantasías que dan expresión al deseo de una realidad diferente, en la que tiene cabida el ser perdido; en otros términos, es como si de la visión de "un bello sueño diurno" se tratara.

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