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La ventana

Difícil se lo ponen

Los problemas de las familias que apuestan por vivir en el medio rural

Son jóvenes, un estrato de la población asturiana cada vez más menguado. Deciden tener hijos, y tienen dos, circunstancia poco frecuente, y fácilmente entendible dadas las dificultades que conlleva actualmente tener descendencia.

Los jóvenes en cuestión analizan el futuro que se les presenta y deciden navegar contracorriente, no seguir los dictados de una sociedad adocenada, excluirse voluntariamente de aquella juventud indolente y manipulable. Seguramente podrían tener un empleo precario y vivir en la ciudad o en una de las villas cercanas, acompañados de una monotonía asfixiante, pero renuncian a ello. Acaso no les iría mal si optasen, como lo hicieron en otro tiempo sus abuelos y bisabuelos, por emigrar, buscando en otro país lo que aquí no logran, pero no quieren reescribir esa historia.

Vivir en el pueblo era su meditada apuesta. El medio rural es ambiente propicio y deseado. Procurarse lo necesario y prescindir de lo superfluo. Producir para consumir y consumir lo que se produce. En resumen un modelo de vida contrario a los dictados de esta modernidad que en tantas cosas resulta ingrata. Eran sabedores del reto a que se enfrentaban. Que no iba a ser fácil era seguro y que las ayudas externas brillarían por su ausencia. Pero seguramente que no contaban con palos en las ruedas. Como padres responsables y sensatos les preocupan sus hijos y les preocupa su educación. Saben que en el lugar en que viven no pueden aspirar a muchas de las facilidades y medios que serían deseables para facilitar la mejor educación, pero al menos suponían que una escuela y un maestro los tendrían a su alcance. Da igual que la Constitución lo proclame como derecho universal.

De una Administración responsable, coherente y seria, cabría esperar que facilitaría al máximo la correcta y adaptada educación de esos niños. Pues, al contrario, les ponen todos los inconvenientes, ofreciendo alternativas inasumibles por los padres y por el sentido común. Dentro de una consejería, tras una lujosa mesa de despacho se proclama con solemnidad la facultad de los padres para elegir colegio para sus hijos. Eso tiene sentido allá en Oviedo o en Gijón, pero no en un pequeño pueblo del occidente.

Igual que ocurre al boxeador que recibe un sinfín de bofetadas, puede que esta familia termine arrojando la toalla. De ser así todos nos arrepentiremos.

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