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Volver a la desnatadora

Quedarse sin la cuba que recoge la leche, un problema más que añadir a la agonía de los ganaderos

Hay unos cuantos ganaderos asturianos a los que les han dejado de recoger la leche. Sabido es que desde abril del pasado año las cuotas lácteas son papel mojado cuando hay aún quien está pagando los créditos pedidos para adquirirlas. Llega el camionero con su cuba y dice: "Tengo orden de la empresa de no volver más aquí". Y eso es todo. A mediados del siglo pasado eran ricos los ganaderos que tenían media docena de vacas. Y abundaban las familias numerosas. Se vivía de vender cosas de la huerta, huevos, pollos y sobre todo patatas; también de criar algunos gochinos -con perdón- matando uno solo para el consumo familiar y mandando los demás para la carnicería.

La leche se llevaba a la desnatadora, aquella máquina casi milagrosa que separaba la nata que salía por un caño y por otro caía el suero y la leche desnatada, todo junto, alimento buenísimo para los animales del cubil. En el local de la desnatadora, a donde iba todo el pueblo por la mañana con sus lecheras, ya se podía escuchar el primer parte de la radio local, esto es, las noticias de todos los barrios, y hasta se sabía qué parroquianos habían llegado tarde del chigre. Se colocaban incluso en ese mismo recinto toda clase de avisos, como el horario de las misas o si había estaferia para arreglar los caminos. Periódico y radio todo junto.

Cada semana venía una furgoneta y llevaba las natas para ser comercializadas. En las casas había una libretina de la fábrica en la que se apuntaban a diario las natas entregadas. Y a mediados del mes siguiente a la entrega llegaba un sobre con la nómina. Las familias iban saliendo adelante sin mayores problemas. Si había algún jornal en la madera o en cualquier oficio artesanal, mucho mejor.

Y de pronto llegaron los vientos europeos y muchos ganaderos se lanzaron a construir instalaciones modernas, compraron y arrendaron fincas de los que se iban marchando para poner un bar en la villa y se metieron en créditos para modernizar la maquinaria. Bruselas enviaba dinero y consejos. Ya no bastaba con el pasto y la hierba recogida en verano para la alimentación del ganado. Exigieron proteínas, materia grasa, estratos secos y mojados y piensos compuestos. Ante la desesperada situación actual, con los precios de la leche en origen más bajos que lo que cuesta mantener las vacas, hay quien ya piensa que habrá que volver a la desnatadora y a la firidera para hacer mantequinas pequeñas, adornadas con el rabo de una cuchara y llevarlas al mercado de la villa. Pero ahora que caigo, tampoco dejan venderlas, quizá porque son demasiado baratas y demasiado buenas. Estamos cogidos por el gañote.

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