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Psicóloga y logopeda

La joven altruista

Sobre la influencia del tipo de educación recibida en el ámbito familiar y la represión de los impulsos, deseos y sentimientos

La pasta del aparato psíquico humano es de naturaleza social. En razón de la calidad del componente afectivo, así será la mayor o menor solidez del edifico psíquico construido. El componente afectivo-social explica que el miedo a no ser querido o a ser abandonado por los padres marque la vida anímica infantil. Este temor, tanto consciente como inconscientemente, no abandona la vida anímica del individuo a lo largo de su vida. Así, los afectos juegan un doble papel. Por un lado, mueven al individuo a crear lazos con los seres de su elección, con quienes desea ser en el mundo. Pero, también, los afectos permiten al individuo saberse aceptado, acogido y correspondido por quienes son objeto de su amor y cariño. No hay abismo mayor para el individuo que el que se abre ante él cuando le es retirada la escala que le permite ir al encuentro de aquellos con quienes es en el mundo y encuentra la razón de su vivir.

En la temprana infancia, el joven interioriza las normas y prohibiciones llegadas de los padres, para así doblegar la vehemencia de los impulsos, inclinaciones, deseos y sentimientos, que pueden causar la desaprobación de aquellos. Mediante este proceso de interiorización de la autoridad de los padres se va formando la instancia psíquica llamada conciencia moral. Si el joven encuentra en los padres comprensión y tolerancia, la conciencia moral será su más fiel aliado, que le guiará en la elección del camino para su adaptación en el mundo, un mundo humano, de normas, leyes, prohibiciones y deberes. Por el contrario, si la educación recibida es excesivamente autoritaria, intransigente e intolerante, la conciencia moral adquiere el rostro del déspota vuelto contra el mismo individuo y riguroso en sus exigencias. Cuando esto es así, el individuo vive mortificado en una lucha entre sus deseos y sentimientos, por un lado, y las exigencias y prohibiciones de su conciencia moral, por otro. Este conflicto es vivido con angustia o miedo al castigo, esto es, al rechazo de los otros. El individuo buscará inconscientemente mecanismos de protección frente a esta amenaza.

En relación con lo dicho, la literatura clínica recoge el caso de la "joven altruista" y el modo en cómo esta joven se protege de sus temores. Inconscientemente, la joven debe impedir que afloren a la conciencia los secretos insondables anidados en su alma, sus deseos y sentimientos más ocultos, porque encuentra en ella misma la oposición de la intransigente conciencia moral. Inconscientemente mortificada por su miedo, ocultará sus deseos inconfesables tras la máscara del altruismo. Así, voluntariosa organizadora de no se sabe cuántas actividades, gusta sobresalir, ocultándose tras un cedido protagonismo en sus colaboradores; familiar y cercana, no hay recato en ella para eliminar la distancia, acariciando hombros, espalda y brazos del interlocutor o tomando la mano de éste con maternal gesto o condescendencia de hermana mayor.

¿Qué oculta su alma? En su infancia alimentaba el deseo vehemente de adquirir vestidos de escaparate, ser madre de familia numerosa y anhelaba poseer lo que en otros veía y ella no tenía. En el juego con sus iguales, rivalizaba por sobresalir y ser la única admirada. Siempre era: "yo la primera", "yo la mejor", "yo?" Una vez adulta, era una joven humilde y modesta a los ojos de los demás. Ahora, había desaparecido el afán de protagonismo, la vanidad y la envidia. Se podría decir que había tenido lugar una transformación en su personalidad: la adolescente había dado paso a la joven madura, la coquetería había cedido a la modestia y "la ambición a la humildad". Ahora mostraba escaso o nulo interés por conocer varón alguno, y no ocultaba el "repudio de su propia sexualidad". Desechaba cuantos adornos y vestidos sirven para resaltar los encantos femeninos. (Hoy, la "joven altruista", que ha renunciado a cuidar de su aspecto, que ha abandonado los cuidados propios de la coquetería femenina, justificaría esta falta de cuidado en ella misma argumentando contra el "consumismo").

¿Realmente había tenido lugar semejante transformación en su personalidad? Durante las sesiones de psicoterapia, la joven descubre que, en lo más profundo de su corazón, no había renunciado a su coquetería, ni a sus ambiciones, que seguía siendo vanidosa y envidiosa. Su alma seguía anhelando ser una mujer hermosa para, así, poder ser admirada y deseada; en definitiva, ser amada.

¿Qué había sucedido? El análisis psicológico le permitió descubrir que la relación con sus padres -personas excesivamente puritanas e intransigentes- dio lugar a la formación en ella de una conciencia moral excepcionalmente severa que le obligaba a reprimir sus deseos. Pero la represión que ejerció sobre éstos no había surtido efecto. Sucedía tan solo que a su ambición como su deseo de ser una mujer hermosa para, así, ser deseada y amada, ahora le daba satisfacción a través de la vida de sus amigas más vanidosas. El repudio a su propia sexualidad era tan solo aparente. Realmente, no había renunciado a nada de ello. Todo seguía ahí de forma inconsciente. La satisfacción a su ambición y a sus deseos la hallaba en su "interés en la vida amorosa de sus amigas y colegas", ofreciéndose como confidente de las intimidades amorosas de éstas. Casamentera, hacía el seguimiento del status económico y social de varones, a fin de aconsejar a sus amigas en la elección matrimonial. Así, su severa conciencia moral le impedía vivir su propia vida. "En lugar de emplear su actividad en la consecución de sus propios fines? en lugar de experimentar algo en sí misma, vivía la vida de los demás".

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