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Cronista oficial de Vegadeo

La Silvallana, a juicio

El conflicto entre Vegadeo y Castropol, en el origen de la feria de muestras de la localidad veigueña

Ya está aquí el fin de semana de la Silvallana, uno de los momentos en los que más se arremolina y bulle el hormiguero veigueño cada año. Como es sabido, en este 2016 la popular Feria de Muestras cumple 53 años, pero para conocer bien su origen hemos de remontarnos bastante más atrás, a principios del pasado siglo XX, cuando un litigio comercial vino a deteriorar la ya complicada convivencia entre Castropol y Vegadeo.

El caso es que desde tiempo inmemorial se venía celebrando en la parroquia castropolense de San Juan de Moldes una feria conocida como Silvallana y que era la más animada del occidente asturiano: durante los tres primeros días de Pentecostés (domingo, lunes y martes) cientos de comerciantes y miles de romeros acudían a aquellas fiestas en las que el protagonismo correspondía a las transacciones de ganado mular, asnal y caballar. Vegadeo, por su parte, había contado tradicionalmente con citas de intercambio comercial semejantes, que no eran tan antiguas como las de Castropol y que acumulaban diversas desapariciones y reapariciones.

El conflicto aludido estalla en el año 1911, cuando el alcalde veigueño Everardo Villamil plantea a su corporación la idea de crear a partir del año siguiente unas ferias en los mismos días que acostumbraban a celebrarse en Castropol, esgrimiendo para ello tres argumentos principales:

a) El Campo de Silvallana era un terreno pantanoso, y los caminos que conducían allí eran muy deficientes (los albarderos, por ejemplo, venían quejándose de que el gasto de trasladar su mercancía desde la carretera al ferial absorbía casi todas sus ganancias). Por contra, Vegadeo contaba con terrenos bien comunicados que podrían acoger a los comerciantes y ganaderos.

b) Un buen número de los puestos de la feria estaban ocupados por industriales veigueños, y Vegadeo era lugar obligado de paso hacia Silvallana para quien viniese de las cuatro provincias gallegas y para los vecinos de San Tirso, Taramundi o los Oscos, que solían hacer noche aquellos días en la villa (la infraestructura hotelera de Vegadeo era la única en la zona capaz de acoger y dar servicio a los feriantes).

c) Los regidores veigueños entendían que su iniciativa no perjudicaba en ningún modo los intereses de Castropol, pues si bien este era el núcleo de población más cercano al caserío de Silvallana, nunca se había aprovechado de los beneficios de la feria al no ser lugar de paso hacia ella y al no existir apenas en Castropol comerciantes ni industriales.

Con este argumentario, y apelando a su tradición industrial y comercial, el Ayuntamiento de Vegadeo acuerda en marzo de 1912 la celebración de ferias anuales de ganado caballar, mular y asnal los domingos y lunes de Pentecostés. Comenzaba de inmediato una batalla publicitaria y mediática entre las dos localidades para contar ese mismo año con el mayor número de comerciantes y visitantes: "Advertimos al público en general de que las renombradas Ferias de Silvallana tendrán lugar, según costumbre inmemorial, los días 26, 27 y 28 del corriente en el Campo de Silvallana, y no en Vega de Ribadeo, como propalan unas hojas que se hicieron circular días atrás sin firma alguna que las autorice. ¡Ojo, pues, y no dejarse sorprender!", publica por ejemplo el decenario Castropol el 20 de mayo de aquel año.

Pero a pesar de las advertencias del periódico castropolense, Vegadeo organizó con gran éxito en la Alameda y el Campo de Medal aquellas ferias de 1912, mientras que las transacciones en Silvallana quedaron reducidas a la mínima expresión (apenas llegaron a dos docenas). A la vista de los acontecimientos, el Ayuntamiento de Castropol decide cuestionar por vía judicial el derecho de Vegadeo a organizar la feria de Pentecostés. Se sustancia así el llamado Pleito de la Silvallana, resuelto solo en apariencia por el ministro de la Gobernación a través de la Real Orden de 15 de mayo de 1914. En ella se prohibían las recién creadas ferias veigueñas en los mismos días en que celebraba la Silvallana castropolense, pero en Vegadeo se hizo caso omiso a esta resolución y las ferias continuaron celebrándose en un ambiente de competencia con el cada vez más irritado concejo vecino.

El contencioso continuaría en distintas instancias hasta que el Tribunal Supremo reconoce y valida en 1918 las ya muy concurridas ferias veigueñas de Pentecostés, que habían calado en la comarca robando a las de San Juan de Moldes su protagonismo e incluso su nombre, pues la Silvallana pasó a ser para muchos el día central de las ferias veigueñas y no un lugar del concejo de Castropol. Desde entonces, figuras como la de Eduardo Vega del Carro -quien donaba un premio anual de cien pesetas para el mejor animal que concurría a la feria- contribuyeron a asegurar la continuidad de esta cita, que tenía como principal atractivo popular as carreiras de cabalos organizadas en el centro de la villa, desde el Pontigo de Ganso hasta las primeras casas de la Empedrada.

Mediado el siglo XX, la progresiva mecanización del trabajo agrícola fue sustituyendo los animales de trabajo, carga, tiro y montura por camiones, tractores, automóviles y motos, lo que hizo que los mercados de ganado perdiesen gran parte de su atractivo. Era el momento de reinventarse, y Vegadeo iba a hacerlo sustituyendo los caballos y las mulas por tractores y segadoras: nacía la Feria de Muestras, genuinamente veigueña, pero que muchos siguen conociendo como La Silvallana.

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