La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Miembro del RIDEA y socio de honor de Cepesma

Mentiras, colgajos y tinta de calamar

El estado de ánimo de los habitantes de la zona rural y el papel de la Administración

Hace unos días, hablando de lo que calificó como "falso discurso del abandono del medio rural asturiano", el presidente del Principado, Javier Fernández, manifestó, -en mi opinión con gran acierto-, que hay que "impedir la extensión de esa suerte de especie invasora que es la mentira de la desatención a las comarcas rurales", y ello en el marco de la firma de varios convenios de colaboración con los llamados grupos de acción local, que ponen a su disposición la nada insignificante cifra de 75,8 millones de euros, que no son sino la guinda del pastel de la inversión que todos los gobiernos autonómicos han ejecutado en nuestro medio rural y que algún economista de pro debería poner sobre la mesa.

A pesar de este anuncio formalizado y rubricado por las partes, para conmemorar la llegada del mes de junio y convocados por un sindicato agrario, creo que de filiación más o menos izquierdista, las calles del centro de Oviedo se vieron atronadas por cencerros reivindicativos que clamaban por la desaparición de los lobos, recelaban del trabajo de los profesionales sanitarios con el ganado, pedían la apertura de los montes quemados a la herbivoría inmediata, solicitaban la salida de la Red Natura 2000 y un largo etc. que, con seguridad, me dejo en el tintero, pues no tuve el más mínimo interés en seguir leyendo pancartas ni escuchar proclamas. Incluso había algunos que pedían un camino a no sé qué majada que por lo que se ve tenemos que hacer con el dinero de todos.

Claro que como la ruda ruralidad se ha transformado gracias a expertos ideólogos sin experiencia alguna en jardinería paisajística y bonhomía, y como nuestro llamado paraíso natural existe gracias a lo bien que lo han sabido conservar a lo largo de milenios los habitantes de aldeas y caserías, eucaliptos, riegos de purines e incendios forestales incluidos, ya no se puede ni opinar sobre el patrimonio natural común -que es de todos-, tan siquiera desde el punto de vista de la ciencia, de la gestión, de las normativas o, simplemente, desde la razón. Como ejemplo valga una frase pronunciada por una señora líder sindicalista agraria que ha llegado a la conclusión de que los lobos ahora ya no matan para comer, pues sencillamente lo hacen por placer. ¡Será que ya vienen comidos de casa!

Pues bien, ahora parece que se ha instalado la moda de los colgajos faunísticos y a la lista de cadáveres de lobos, cabras, zorros, tejones y lo que venga que aparecen en las señales de tráfico al amanecer, se ha sumado hace unos días la primera decapitación. Una cabeza de lobo, con la lengua fuera y todo, fue el regalo que algún seguidor de la estética de Juego de Tronos, por otra parte gran serie de ficción, ha hecho a esta región. Deberíamos de agradecérselo, ya que nos ha puesto a los asturianos en el mapa de la ignominia, la deshonra, el descrédito y los horrores, gracias a la gran difusión que propician los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales. Además, casi todos los líderes y lideresas del campo astur lo condenaban con un pero seguido de puntos suspensivos. Por desgracia para muchas personas honradas que viven en y del medio rural, con su duro trabajo y alguna ayuda, este hecho tendrá un antes y un después, solo había que escuchar los comentarios de la calle al paso de la manifestación de los ganaderos del día 1 de junio, ya que ahora se pone a todo el mundo en el mismo paquete.

Y volviendo a los colgajos faunísticos, a los furtivos encapuchados, al intento de desprecio del que piensa de otra forma con insultos como "del piso cuarto de la calle de Uría de Oviedo", "de salón", "de tresillo", "?jetas" y otras lindezas típicas de los fascismos más retrógados (léase nazismos), creo que, gracias a esa cabeza de lobo, los pensadores neorrurales no van a ser capaces de seguir cambiando voluntades ni de mover las convicciones de muchos asturianos.

Y hablando de mentiras y colgajos, la historia de Asturias aparece repleta de otros andrajos, morales y materiales, cuya enumeración sería excesivamente larga y cuyos autores y promotores podrían completar la "Historia universal de la infamia" que Jorge Luis Borges regaló a la Humanidad. Casos marea, mareina, mareota y sus piezas separadas, funcionarios bien gratificados por empresas semipúblicas, viajes a través de la gestión acuática, desastres urbanísticos y un largo etc., junto a miles y miles de euros derrochados en mausoleos, léanse destapinados polígonos industriales, regasificadoras sin futuro, superpuertos sin accesos coherentes, túneles kilométricos para un ferrocarril que sospecho nunca va a llegar, colectores industriales sin uso, estaciones de esquí sin suministro eléctrico y casi sin nieve, autovías sin terminar o en desuso, macrohospitales para fauna sin necesidad ni futuro, centollos calatraveños aguarones y antiestéticos, y tan largo etc. que con solo recordarlo casi me avergüenzo de vivir en esta tierra. Por cierto, ¿alguien sabe cómo se puede reflotar una empresa mixta quebrada adquiriendo las acciones de la parte privada? ¿o es que va a ser otra mentira harapienta?

Pero como paradigma del colgajo material rodeado de mentiras y medias verdades, creo que la imagen de las ruinas del Museo del Calamar Gigante de Luarca se llevan la palma. Hace también unos pocos días, la Consejera de Infraestructuras y demás del gobierno asturiano nos regaló unas afirmaciones que recogieron los medios de comunicación y que, por desgracia, aún no están disponibles en el correspondiente Diario de Sesiones de la Junta General del Principado, por lo que no puedo transcribir su literalidad. Venía a decir, reconociéndolo por primera vez, que no había dinero (500000 euros) para restaurar el edificio que albergó la mayor colección de calamares gigantes del mundo, orgullo de los valdesanos y de otros muchos asturianos, entre los que me cuento. Y no había dicha cantidad porque gastaría entonces el presupuesto de todos los puertos asturianos de titularidad autonómica. ¡Muy bien!, por fin un responsable político, aunque desmintiendo a sus antecesores y al mismísimo presidente regional que habían anunciado el inminente inicio de las obras, dice lo que todo el mundo esperaba oír.

Aunque claro, como el irredento pueblo de Luarca, seguramente hermanado con la más famosa aldea gala de la historia del cómic, se ha levantado en armas, y es posible que dada la proximidad electoral no convenga revolver más las aguas, lo mejor es una huida a tiempo soltando tinta de calamar. Pero como los valdesanos de lo que saben es de cefalópodos y de artes de pesca (léase de engaños) conocen a la perfección lo que es un camuflaje y no se fían si no hay más que palabras. Por eso han convocado para hoy a las 13.30 una quedada en el puerto en apoyo al Museo del Calamar Gigante, a la Cepesma y a ese infatigable luchador que es Luis Laria, alma mater de muchas de las realidades que pusieron a Luarca en los mapas del buen hacer, la ciencia, la educación ambiental, el turismo desestacionado y la amistad sincera. Allá nos veremos. ¡Haxa salú!

Compartir el artículo

stats