La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Bendecir las vacas

La costumbre de hacer la hoguera de San Juan para que el humo purificase las cuadras

Se siguen haciendo, como antaño, las grandes hogueras de San Juan en el centro del pueblo pero en vez de leña traída del monte en carros se utilizan los trastos viejos que hay por las casas que no sirven para nada. Como el sentido de la recuperación de lo muy usado se ha perdido porque no quedan artesanos que lo recomponían todo, se opta por ir a la mueblería para traer un equipo nuevo. Pocos pueblos tienen ya herrero, carpintero, ebanista o calderero a quien se le puedan llevar los viejos equipamientos para restaurar. Ni tan siquiera, en plena vigencia de la radio, hay a quien recurrir para reparar un receptor cuando deja de funcionar.

Las costumbres de saltar la hoguera de San Juan así como la de hacer trastadas por parte de la juventud tales como poner la "vieya" -espantapájaros- a quien no salló el maíz para el día del Bautista, colocar un ramo de ortigas en la puerta de la moza que no aceptó los requiebros de un mozo o llevar hasta otro pueblo el carro del vecino que no era solidario con los trabajos comunitarios, están prácticamente perdidos porque los mozos van a lo seguro, es decir, a las verbenas sanjuaneras que son multitud.

Por los pueblos por donde uno patrulla estaba muy arraigada la costumbre -cuestión de fervor religioso- de hacer delante del establo una pequeña hoguera en la noche de San Juan a base de un par de paladas de rozo o yestro y abrir las puertas donde estaban las vacas rumiando la cena y procurar que el humo llegase hasta ellas para bendecirlas y purificarlas. Y había paisanos, creyentes en las bondades del santo Bautista que se acercaban y decían: "Que san Juan bendiga todos los animales de esta cuadra". A lo que el propietario contestaba: "Dios bendiga lo de todos".

No hace aun muchos años que en Malleza de Salas unos mozos que no tenían la llave de la iglesia se subieron al tejado de la misma para acceder a la torre y tocar las campanas justo a las doce de la noche de San Juan. Rompieron algunas tejas. El párroco, que era muy joven y no sabía mucho de las costumbres sanjuaneras, se fue al juzgado y presentó denuncia. Se celebró el juicio y la ley absolvió a los jóvenes por entender su señoría que no había delito al producirse la rotura de las tejas por algo tan arraigado en el pueblo como era el tocar las campanas en la noche sanjuanera. Con los herbicidas, el maíz ya no hay que sallarlo y por tanto no hay opción a poner la "vieya" en la llosa. Y de los viejos carros se aprovecharon las ruedas para adornar una portilla nueva. ¡Qué tiempos!

Compartir el artículo

stats