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Tormenta de verano

El botellón y los impuestos sobre la música son el fin de las fiestas de prao

Cada fiesta de prao, de pueblo, de carpa o de monte se venía organizando hasta ahora sin que sus promotores -asociaciones, comisiones o peñas sin ánimo de lucro- hiciesen un proyecto de presupuesto, ya que todo estaba supeditado a la capacidad de recaudación que se alcanzaba con rifas, pidiendo casa por casa y a la vez haciendo los comisionados de camareros -mientras el resto de vecinos se divertían- despachando en el bar de la romería.

En pueblos donde ya no hay ni comisión ni fiestas porque todo ello pasó a mejor vida se están recibiendo, con eso que llaman carácter retroactivo, cartas de la Sociedad General de Autores en las que se reclaman los impuestos legalmente establecidos sobre música de hasta cuatro años hacia atrás.

En cada fiesta se edita el cartel correspondiente y se entregan ejemplares del mismo a panaderos, butaneros, viajantes de comercio, repartidores de bebidas y vecinos que van a las feria y mercados para que los vayan dejando por el mayor número de pueblos posible. Y ese es precisamente la base de información que tiene la Sociedad de Autores para elaborar el expediente de cobro. Se trata de recaudar un siete por ciento de la nómina que se abona a los músicos. Pero todo es muy difuso porque hay músicos que tocan en la verbena de turno, cobran en metálico a las seis de la mañana lo estipulado, se lo meten en el bolsillo y ahí no hay ni iva, ni venía, ni papel alguno que deje rastro.

Pero últimamente lo de los impuestos sobre la música va en serio y el correo certificado y con acuse de recibo está dando muchos sustos a vecinos que ya ni se acuerdan de qué músicos trajeron a la verbena. Solo tienen en cuenta cómo resultó el balance final de las cuentas. Si han tenido pingües beneficios, recibirán la crítica de muchos vecinos por traer un mal tachín tachín en vez de una buena orquesta, y si no alcanzó lo recaudado, arréglatelas como puedas porque hasta las Navidades no hay lotería salvadora. Algunos ayuntamientos parece que negocian con la Sociedad de Autores para que haga un descuento del veinticinco por ciento sobre el siete legalmente establecido. Y eso para todas las fiestas del mismo municipio. O sea, que está todo en el aire. Y el botellón, entrando por la puerta de la romería. Se propaga como el escarabajo de la patata. Arrasa. Y no hay sulfatadora que lo elimine.

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