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La noche mágica de Navelgas

La lucha de la localidad tinetense contra la extinción de los artesanos con el esfoyón y el amagosto

Hoy se celebra en Navelgas, y ya son veintiún años, un acontecimiento que rememora el pasado de los pueblos, hasta hace muy poco presente, pero de año en año no solamente se nota la merma de la población, sino también la desaparición de los artesanos y con ellos de los oficios y las tradiciones.

Se habla mucho de la extinción de la especies. Pues el artesano es una de ellas. Este no es un evento de feria, esto es una recuperación, en una "noche mágica" de las tradiciones otoñales, hoy caídas en desuso, para el disfrute de quienes las conocieron y para que las nuevas generaciones conozcan la vida del pasado en las aldeas. Lástima que al ser recuperadas por gentes que las habían vivido se vaya notando, de año en año, la desaparición de muchos de estos hombre y mujeres, sin que haya continuidad en el oficio.

Cuando en el incomparable marco de las paneras, hórreos y viejas casas de típica arquitectura asturiana, con galerías y corredores, se decidió en Navelgas hacer una recuperación de vieja tradición otoñal en torno a la cultura del maíz se juntaron unos cuantos vecinos y, a la vieja usanza, se pusieron a deshojar las panoyas de maíz. Hicieron velas con las pajas de trigo y las sujetaron entre sí, formando largas riestras que, una vez terminadas, se subían al corredor de la panera, por uno o varios hombres, dependiendo de la longitud de las mismas. Allí se dejaban colgadas para su secado y posterior consumo.

Complementando al esfoyón del maíz, se amagostan las castañas, fruto este, al igual que la manzana, muy de esta estación otoñal, haciendo de este amagosto un buen casorio entre castañas y mosto de manzana recién prensada.

En el otoño se acortan los días y se alargan las noches, y era en estas épocas de lluvias y nieves cuando, mientras reposaban los campos de cultivo, aprovechaban los campesinos para pertrecharse de útiles que les servirían para la temporada. Así, hacían madreñas, tejían los escarpinos, preparaban las blindas de castaño y avellano, junto a los finos salgueiros, para construir los maniegos y cestos de uso cotidiano, y los ferreiros apuraban el hogar de sus fraguas para dar incandescencia al hierro con el que, sobre el yunque, con gran habilidad, se hacían los clavos para las puertas o para las madreñas, además de hoces o guadañas que tomaban forma al ir templándolas.

Los artesanos de la comarca se dan cita para convertir esta noche en una noche mágica con el renacer de las viejas y artesanas tradiciones. Todo se vuelve, a la luz del candil, las velas, antorchas o la luna, como un cuento de hadas que los abuelos relatan a sus nietos, como se hacía antaño, al calor de la lumbre en la tsariega, mientras un potaje de castañas se cocía en el pote que colgaba de la gamallera.

Navelgas lleva veintiún años celebrando el renacer de las tradiciones, organizado por entusiastas vecinos de todas las edades, entre los que destacan familias como la de los Businandos, quienes se desplazan desde Madrid para arroxar el forno y cocer en el bollos de pan empanadas o rapas, que luego reparten altruistamente entre los asistentes. También colaboran las asociaciones, que llevan la carga de coordinar y contactar con los protagonistas.

El motivo de celebrarlo en la noche es para darle el aporte de un sueño que tú lo puedas vivir como una leyenda, para terminar con cantos y cuentos de invierno en torno a la tsariega.

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