Enagás ha pedido a los Reyes Magos un soberbio regalo: una indemnización millonaria por la pifia de la regasificadora de El Musel. Un proyecto plagado de maniobras sospechosas. Partiendo de la discutible necesidad de un equipamiento de estas características y de su dudosa viabilidad económica, y siguiendo por el desprecio manifiesto a la legislación medioambiental comunitaria que la llevó a ser declarada ilegal por el TSJ de Madrid y el Tribunal Supremo. Antes, los sucesivos Gobiernos central y autonómico bailaron al son que marcó la gasística -poco acostumbrada a recibir un "no" por respuesta- desestimando las alegaciones presentadas. Ahora que la cosa se pone fea, tan probos empresarios exigen con desbordante chulería que nos calemos las mágicas coronas y que les demos unos cientos de millones por otro fallido intento, justa proporción a sus desvelos por el bien común. Como estoy segura de que sus regias majestades no nos van a traer una política energética razonable, deseo paz y amor. La factura del gas no permitirá otros caprichos.
