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Psicóloga y logopeda

Sentido

Reflexión sobre las causas de la apatía vital que afecta a numerosas personas en la sociedad actual

La pérdida del sentido, de lo que se es y de lo que se hace, se debe a la falta del deseo de vivir, a la apatía vital presente en no corto número de personas. Dar un sentido a lo que se es y se hace, ser consciente del propio hecho de existir, guiar la existencia en la consecución de los propios fines, es la forma humana de vida real y plena. La aprehensión del sentido, que se ha de conferir al vivir, requiere un proceso. En esta aprehensión intervienen las experiencias vividas, así como la clara percepción de los motivos que han conducido a que lo vivido por la persona haya tenido lugar de esta forma y no de otra. En la medida en que el individuo alcanza grados de mayor madurez personal y adquiere un más claro conocimiento de sí mismo y de su vida, el sentido avivará sus proyectos, deseos y esperanzas. Ya en la primera etapa de la vida, el individuo asiste a un río de acontecimientos, sensaciones y sentimientos que parecen escapar a su control. En la medida en que las condiciones son favorables para el normal proceso de evolución personal y la relación afectiva paterno-filial, favorecen la confianza del joven en sí mismo; éste va a ir adquiriendo control sobre lo que ha de ser su vida, al tiempo que irá alcanzando una conciencia cada vez más clara de que es él y solo él quien ha de otorgar sentido a su propia existencia. En este proceso de adquisición del saber de la vida es contraproducente que los padres impongan al joven su propio entender. Lo aconsejable es ayudar que el joven alcance una comprensión clara de sí mismo, lo que le permitirá entender a quienes les rodean y mantener una relación humana satisfactoria con ellos.

La confianza en sí mismo, en sus capacidades, así como en lo que hace como dotado de interés o provecho tanto para él como para los demás, es la base de la satisfacción del individuo consigo mismo y con lo que hace. Esta seguridad en sí mismo, alcanzada por el individuo con su autonomía personal y con el desarrollo sus propias capacidades, le confiere el control de sus sentimientos, imaginación y entendimiento, facultades que pondrá en juego para conseguir la satisfacción de vivir.

El rasgo sobresaliente en el joven y en el adulto que se sienten desdichados es la percepción de la falta de sentido de sus vidas. El análisis psicológico pone de manifiesto que el origen de este estado anímico se debe, en gran medida, a la influencia de los padres y, en menor medida, a la pobreza sociocultural. A este respecto, el análisis revela que la influencia del medio ambiente es de segundo orden, porque, si los padres han despertado en el niño el gusto por vivir, este amor por la vida se erige en fortificación sólida, a pesar de la pobreza cultural del entorno. Efectivamente, vivir es lo que le acontece al individuo. Esto que acontece es, precisamente, lo que no está hecho, y hacerlo sólo compete al individuo. En la primera etapa de su vida, el individuo se enfrenta a "los difíciles problemas internos", que surgen en ese proceso de formación de la personalidad, y es este enfrentarse a las propias dificultades el origen de la conciencia de sí mismo y del mundo que le rodea. El gusto por vivir y la asunción de lo que se es y de lo que se hace por ser lo que se es y por lo que se desea que la propia vida sea, el amor por la vida adquirido en la relación paterno-filial, ayudará al joven a abrir su mente y a desarrollar su personalidad, a pesar de la pobreza de estímulos del contexto sociocultural que, en suerte, le ha tocado vivir.

Desde el primer momento de la vida del niño, continuando por la etapa en la que adquiere el uso del lenguaje y el control del cuerpo, así como la siguiente a ésta, el niño confía plenamente en sus padres; es el momento en el que otorga crédito absoluto a las palabras y promesas de éstos, y toma como guía de sus acciones el modo de conducirse de ellos frente al mundo y con él. Si en la relación paterno-filial la aportación de ellos no es la que debe ser, privarán al niño de la aprehensión del sentido de su propia vida y sus acciones; privarán al entendimiento del joven de la comprensión de sus emociones, dificultades y problemas. Si los padres no atienden como es debido los conflictos propios y sobrevenidos de esta etapa del joven, contribuirán en gran medida a hacer de él un adulto inseguro y sin confianza en su futuro.

Forma parte del hecho de ser joven el hallarse desconcertado por todo lo que acontece. Y qué duda cabe -así lo deja ver la experiencia- que una relación real paterno-filial aporta al joven el conocimiento suficiente acerca de la condición humana, así como el modo de afrontar y resolver las dificultades que, en su estar en el mundo, va a encontrar. Es la atención paternal, en esta hora temprana de la vida, la que ayudará al joven a entender sus sentimientos, temores y esperanzas, al mismo tiempo que le aportará los rudimentos de la cosmovisión que le guiará en dotar de orden y sentido a su vida. En ese aprendizaje sutil, no sujeto a programación alguna, el joven adquiere los fundamentos morales que arraigarán en su alma con mayor firmeza que los ofrecidos en sesudos manuales de ética. Es este aprendizaje el que, por razón misma de la naturaleza humana, está destinado a formar la personalidad del nuevo miembro de la familia y que dejan huella en todas las instancias psíquicas, tanto en el yo como en la conciencia moral y en lo inconsciente.

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