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Psicóloga y logopeda

La princesa y Freddy Krueger

La reacción en la infancia ante un acosador

A la conducta obsesiva compulsiva hay quienes le suponen un componente genético; de ahí que hablen de predisposición genética. Lo constatable, mediante observación directa, es que un individuo tiene una reacción, que se puede calificar de miedo o angustia, frente a una situación que la desencadena. Igual que el organismo, cuando sufre una herida, genera componentes que acuden a la herida en protección de una posible infección, el aparato psíquico, del mismo modo, genera respuestas cuyo fin es protegerse de daños o sufrimientos anímicos. La conducta obsesiva compulsiva es la respuesta del psiquismo a una amenaza. Esta conducta se lleva a cabo mediante bien un comportamiento ritual o conducta repetitiva de actos físicos, bien mediante la fijación en el pensamiento de una idea que, sin retirarse de la mente, capta plena y totalmente la atención del individuo, bien mediante operaciones mentales (enumeración, recuento, sumas y restas, listados de palabras repetidas sin cesar, y otras actividades mentales de esta índole). Son conductas que el individuo ha elaborado, para así evitar o controlar aquello que le amenaza y le angustia. El hecho es que, con semejante respuesta, el individuo no ha controlado ni se ha hecho dueño de la situación perturbadora.

¿Cuál es la circunstancia desencadenante y cuál el proceso de formación de esta conducta? Si bien son varias las circunstancias, el origen se ha de buscar en la primera etapa de la vida y cuyas causas se tratará en otro momento. Hoy, un ejemplo como ilustración:

Imagine -algo tan real, como que ha sucedido- que en el colegio, al que acude su hija de siete u ocho años, una de las alumnas es la cabecilla del grupo y a quien ninguna se atreve a llevarle la contraria. Una forma de demostrar su poder es decidir quién entra en el grupo y a quién se excluye, mediante el chantaje emocional "eres de los nuestros o no perteneces a nuestro grupo", en razón de que obedezcan a sus caprichos. Esta alumna ha señalado a su hija como diana de su ira. Es el caso que en el alma de todo acosador escolar hay un conflicto, surgido en el seno familiar, y que proyecta en alguno de sus congéneres. La forma como proyecta el infierno traído de casa es ordenando al resto del grupo que le acorralen y le propinen tunda de puñetazos y patadas, le pone motes, obliga a los otros que la aíslen, hagan mofas, le escondan sus cosas, manda quitar algún objeto a otro alumno y que lo introduzcan en la cartera de la víctima o, incluso, ella misma introduce en la cartera de su hija un libro de texto propio para, acto seguido, quejarse de que le ha desaparecido el mismo y culparla de ladrona, etc., etc. Nadie defiende a su hija, ni tan siquiera testifica a favor de la inocencia respecto de aquello de que se le acusa.

Y esto, un día y otro. Pero es el caso que los niños, a esa edad, no dicen nada en casa y, salvo que ustedes, padres, estén atentos a los cambios de su hija, el infierno que está viviendo les pasará desapercibido y lo achacarán a rasgos de la edad. Mientras, en el alma de su hija ha anidado la sombra siniestra del acoso. Esta sombra se apoderará, cada noche, de sus sueños. Y, aun así, a pesar de una noche atrapada en horrendas pesadillas, deseará no despertar, porque, con la luz del día, sentirá, en cuerpo y alma, las garras del monstruo con el que comparte pupitre: ¡Freddy Krueger!

Cada mañana, del largo e interminable año escolar, el drama que su hija ha de resolver es el mismo y cuyos intrincados componentes no le es fácil manejar. Lo habitual en estas situaciones es que nada al respecto refiera en casa; la angustia ha bloqueado su psiquismo. Por otro lado, el deber de ir al colegio es incuestionable y así lo asume y, ¿por qué no?, también por agradar a sus padres, quienes se sentirían incómodos si ella expresara su deseo de no acudir. Finalmente, el peor de los componentes de su drama consiste en enfrentarse ella sola -en la más absoluta soledad y desamparo- a Freddy Krueger, sin haber tenido experiencia previa, con lo que es en sí la crueldad humana. Y estos componentes obran sin cesar, sin dar tregua, en su mente infantil.

¿Cómo ella sola, sin recurso alguno, salvo el de su ingenuidad, se enfrenta al propio drama? Inconscientemente y a fin de evitar que invada su pensamiento la sombra siniestra de Freddy, llevará a cabo alguna estrategia. La primera vez que ustedes padres lo descubren tiene lugar una mañana, cuando su hija tarda en salir del dormitorio. Acuden a la habitación y asisten al doloroso espectáculo de ver su hija presa de un siniestro ritual: con velocidad endiablada, su hija se quita y se pone, una y otra vez, el jersey, al tiempo que cuenta 321, 322, 3? Hay padres que, por ignorancia, creen ver en ello tan solo el juego de un niño que quiere eludir la vida escolar, sin molestarse en averiguar más. Ante su presencia, la niña se muestra irritada: ustedes han roto el escudo frente a Freddy, dejándola sola y sin armas con qué defenderse. Para su sorpresa, su hija reanuda el ritual del jersey, contando 1, 2? Ella tan sólo pretende controlar bien mediante ese ritual, bien mediante operaciones mentales, una situación que, en el caso de no realizarlos, le sobrepasaría, haciendo de su día un infierno. Ella tan sólo pretende defenderse y, al mismo tiempo, agradarles, cumpliendo con su deber de asistir a clase. Ustedes, si es el caso que no entienden qué es lo que está sucediendo, en su desconocimiento, contribuirán a agravar el sufrimiento y a hundirla más si cabe en la soledad, con sus exigencias de "deja de hacer eso", "date prisa" u otras fórmulas semejantes.

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