La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La ventana

Tapia marca la pauta

La apatía y la desgana es el ambiente que con mayor frecuencia se respira en el interior de nuestros consistorios. Cosas tan simples como redactar, o modificar, una ordenanza municipal demuestra que los ayuntamientos tienen instrumentos y potestad para mejorar la vida de sus ciudadanos.

En Tapia están a punto de aprobar una nueva ordenanza para la protección de los bienes públicos y privados que forman el patrimonio urbano y arquitectónico. Ordenanzas de este tipo ya existen, pero están trasnochadas en el tiempo, aparcadas en su aplicación y tan solo son papel mojado. Actualizarlas y aplicarlas en toda su extensión es el paso a seguir, por eso es digno destacar la acción del ayuntamiento de Tapia.

Las calles son el mayor patrimonio público de pueblos y villas, y paseando por ellas te puedes encontrar con un sinfín de sorpresas desagradables. Te puede llover la suciedad de una alfombra o un mantel procedente del piso donde habitan humanos que usan la ventana como vertedero. Son frecuentes los casos de fachadas salpicadas de tendales que dañan la vista y dañan el buen nombre de la localidad. Aquí y allá se ven niños y mayores arrojar cualquier tipo de desperdicio en plena calle. Bicicletas, patines y similares deambulan por las aceras poniendo en peligro el plácido paseo de las personas mayores. La basura doméstica no siempre se deposita en los contenedores en la hora indicada. Fachadas y paredes se embadurnan en nombre de una supuesta moderna forma de expresión artística. Al llegar la noche y en determinadas épocas los horarios de los locales de ocio no se respetan y los ruidos perturban el descanso de muchos conciudadanos.

Mención aparte hay que hacer de los perros como animal de compañía. No se sabe si la causa es por el cambio sociológico producido en la estructura familiar, por la influencia de otras latitudes o por un esnobismo mal interpretado, o si es por mimetismo o por envidia hacia el vecino. Lo cierto es que a medida que la población de cánidos aumenta, crece el de los propietarios asquerosos y con poca vergüenza que dejan sin perturbarse los excrementos abandonados en la vía pública.

El problema existe y en Tapia parecen decididos a poner fin al desenfreno cívico, a la carencia de urbanidad y a la burla a la normativa.

Compartir el artículo

stats