Por nuestros pueblos, y especialmente en las brañas, los más veteranos del lugar -que no viejos, porque muchos aún trabajan el huerto- no han perdido la antigua costumbre de valorar el precio de las cosas por reales, es decir: una peseta, cuatro realinos de aquellos que tenían un agujero en el centro de la moneda. Cinco mil reales por una vaca eran, a mediados del siglo pasado, una fortuna, hasta el punto de que un vecino de mi pueblo, desconfiando del sistema bancario, ingresaba ese tesoro en varias entidades por si alguna quebraba.

Había quien no iba al banco a nada y sus ahorros los escondía debajo de una teja, en la colondra del hórreo pero nunca entre la hierba, por si había un incendio. Ahora ya no hay dinero en las casas porque nadie se fía de que estén libres de los cacos. Aquella seguridad que daba la tranca de roble o castaño en las puertas ya no sirve. En los pueblos se pide a las autoridades que haya más vigilancia, especialmente por las noches.

Esa vigilancia o patrullaje corresponde realizarla a la Guardia Civil, que, por cierto, tiene a su disposición, muy frecuentemente, vehículos con más de medio millón de kilómetros encima, incapaces de seguir el rastro de los coches de alta gama en el que suelen operar los ladrones.

Pero lo que de verdad dejó perplejos a los vecinos de mi pueblo fue que escucharon el otro día a un representante de la Guardia Civil decir en una muy popular tertulia televisiva de la noche que un agente de la Benemérita cobra por una jornada nocturna de patrulla en la zona rural nada menos que seis euros. O sea, cuatro mil reales. O sea, ni para tabaco. O sea, una miseria. O sea, lo que se da de limosna a un pobre de pedir.

Pues, pese a todo este panorama, la Guardia Civil aún realiza servicios tan brillantes como los de esas recientes detenciones en la comarca de La Espina y que pusieron a disposición del juez de turno a un jovenzuelo con un historial tan brillante como son 240 delitos, y otras tantas veces que fue "trincado" pero no retirado de la circulación. Y todo ese trabajo de seguridad ciudadana por seis euros. O sea, cuatro mil reales de aquellos tiempos en los que todo se podía tener en casa. Algo no cuadra.