Periódicamente Facebook se llena de anuncios del estilo: "Por el presente comunico a Facebook que tiene prohibido difundir, copiar?", y el personal se queda tranquilo. Da igual que nos digan que no sirve para nada, nosotros erre que erre.

Es comprensible, queremos preservar nuestra intimidad y no vamos a permitir que una multinacional nos fastidie. Máxime ahora que también controlan WhatsApp. ¿Se acuerdan de la que se montó cuando se dijo que WhatsApp compartiría con Facebook nuestro número de teléfono? Pues nada, igual que vino se fue la "bronca".

Lo dicho, el número de teléfono es privado. Eso sí, luego hay personas que lo ponen a la primera de cambio en el muro de su face (Facebook abreviado para los amigos) y, además, público.

Contamos nuestros viajes, comidas, fiestas, enfermedades, separaciones, muertes? ¡Y queremos intimidad! Pues bien.

Miren, recuerdo que en la década de los 80 del pasado siglo -¡uf!- fue tema de discusión, en España, la colocación de cámaras de vigilancia en las vías públicas. Muchos argumentaron que con ellas se perdería intimidad; los que estaban a favor hablaron de seguridad. Hoy están por todos los lados. Calles, tiendas, centros comerciales, organismos públicos y privados? ¿Dónde no las hay? Si es que hasta en la entrada de los aparcamientos nos fichan.

Ya nadie se plantea su existencia. Es por nuestra seguridad.

Las compañías de telefonía tienen la obligación de "conservar los datos generados o tratados en el marco de la prestación de servicios de comunicaciones electrónicas o de redes públicas de comunicaciones" y pueden ser requeridos por mandato judicial. Pueden tenerlos almacenados hasta dos años después de producirse la comunicación. Oigan, y esto es por Ley.

¿Qué garantías tenemos de su borrado? ¿De la confidencialidad?

Todo sea por nuestra seguridad.

¿Saben ustedes dónde comieron el 28 de junio de 2013? Si pagaron con tarjeta, su banco sí que lo sabe.

Cualquier transacción electrónica queda registrada. ¿Por cuánto tiempo? Ni idea. Eso, ¿cómo se regula? Ni idea.

Un momento, ¿me quieren explicar entonces cómo es que no se controla el fraude de los que están forrados? Es todo un misterio. No se me ocurrirá hablar de transacciones ilegales o fruto de la delincuencia.

Los bancos garantizan la seguridad de nuestras operaciones, las suyas no las controla nadie.

Consumo eléctrico: controlado digitalmente; de agua, más de lo mismo.

Hoteles, tiendas, perfumerías, restaurantes, etcétera poseen información de una parte de nuestras vidas. Todos aseguran que mantienen en el anonimato nuestros datos. ¡Y un jamón! Por eso nos llega publicidad de empresas con las que no hemos tenido contacto jamás o llamadas telefónicas de no sé quién ofreciéndonos gangas.

Ya no quiero imaginar la información que posee sobre nosotros el señor Montoro, perdón, Hacienda. Cruzan todos los datos y ahí estamos. Nuestra vida al alcance de un clic.

La proliferación de leyes de excepción es ingente, pero ya saben, es por nuestra seguridad.

De lo que no sabemos ni hablamos.

¡Defendamos en Facebook -el gran sedante social- la privacidad!