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En misión y en las misiones

"A todos digo adiós menos a Dios", escribía no hace mucho tiempo Luis Legaspi, preanunciando que no le podía quedar mucho tiempo. Fueron los suyos 93 años cumplidos el día 3 enero pasado y vividos con lucidez, con decisión, un "agibílibus" que no perdía el tiempo, haciendo o imaginando siempre algo. Fue un hombre polifacético, emprendedor, innovador, de mil iniciativas, negociante, de los que abren brechas, imaginativo, con rasgos de artista y literato (se preciaba ser amigo de Dámaso Alonso), de verbo y pluma ágil?, un obediente un tanto ácrata, de los que se le encomienda una misión y hay dejarlo libre para que a su aire logre realizarla. Fue, sobre todo, un misionero en retaguardia, pero oteando siempre la vanguardia, siguiendo de cerca la vida y avatares de los misioneros asturianos esparcidos por el amplísimo y pobrísimo Tercer Mundo, comunicándose con ellos, visitándoles con el Arzobispo o solo y repartiendo y compartiendo los dineros que se podían recaudar, donde lo poco se hace mucho por aquello del milagro evangélico del ciento por uno.

Durante 46 años, desde 1957 al 2004, en esta diócesis de Oviedo, decir "Legaspi" era lo mismo que decir "misiones". El día que inesperadamente y por sorpresa le comunicaron la jubilación -tenía 80 años, según él, 80 jóvenes años- fue un drama, como al que le quitan el alma. Sí, quedó desalmado, como quien queda en descampado y sin mochila. Hijo único, huérfano de niño, después que murió su madre con la que vivió, los misioneros eran toda su familia, los recibía y agasajaba en su casa, el tercer piso del n.º 7 de la plaza Porlier, al que se ascendía por aquella escalerona de peldaños cimbreantes y quejumbrosos. Fue una persona jovial, extrovertida, con genio y pronto súbito, de amplias y numerosas relaciones, locuaz, con ingenio, trabajador, de los primeros que adquirió una multicopista para llenar los buzones de las parroquias de frecuente e insistente propaganda misionera, del Domund, de la Santa Infancia, del Clero Indígena, de Vocaciones Nativas, de las Misiones diocesanas, promoviendo exposiciones y semanas misionales, enviando boletines informativos y pasquines provocativos y descaradones a veces que molestaban a algunos para despertar y mantener el espíritu misionero.

Mil momentos y anécdotas identificativas de su vida y misión se pueden contar de este hombre-ardilla que cada día amanecía con una propuesta nueva. Voy a aludir a dos: la primera, el interés que tuvo y el empeñó que puso en que la diócesis, a iniciativa de D. Gabino, para abrir misiones y enviar misioneros "fidei donum", según una iniciativa y llamada del papa Pio XII en la encíclica "Fidei Donum" en 1957 que pedía a los obispos que adoptaran zonas como parroquias suyas en países de misión. Así se inició la presencia misionera en África, primero en Ntita-Burundi cuando vino aquel altísimo obispo tutsi Ms.Makarakiza y sedujo, cenando una noche en el Seminario, a Ángel Eladio (Yayo) y Fernando Fueyo. Luego, por las circunstancias político-étnicas, en Bembereké- Benín. Y en Hispano-América, primero en el Quiché-Guatemala y, también por motivos de enfrentamiento políticos, luego en Aguarico- Ecuador. Fueron ventanas que abrieron a Asturias a ese otro mundo necesitado y hambriento de pan y evangelio y donde los misioneros asturianos y escribieron y escriben página de una historia sagrada y de humanidad. Desde el primer momento se entendió que evangelizar era humanizar. Medicus Mundi, con Luis Estrada e Ignacio Camblor, fue entidad fundadora, no sola colaboradora.

El otro momento que quiero recordar de Legaspi al despedirlo, fue cuando la canonización del dominico quirosano Fray Melchor García Sampedro, misionero y mártir en el Vietnam, que se celebró en Roma el 19 de junio de 1988. Desde que asumió la Delegación 1957, tuvo máximo entusiasmo en que esta causa se acelerara. La beatificación había sido el 29 de abril de 1951. Ya entonces se había vivido el acontecimiento de "¡un asturiano santo!" con mucha intensidad, en las parroquias y en la misma Universidad, de la que había sido alumno. Paulino Vicente pintó para esa Alma Mater que fundó el obispo salense Valdés-Salas, un precioso óleo representando su martirio. Ahora Luis era el encargado de organizar este festejo y la peregrinación a Roma para asistir a la celebración. La vivió como un hito personal. Los muchos asistentes no olvidan aquellos días. Quiso hacer en Cortes, la tierra del santo, un Santuario y un Centro de acogida misionera, al que peregrinara la juventud asturiana. El grano de mostaza (o de maíz) está sembrado. Si se riega, fructificará. Dios da la gracia, nosotros tenemos que poner los brazos.

Luis Legaspi había nacido en Castropol el 3 de enero de 1924. Vivió de niño la guerra civil y contaba cómo se las arreglaba con otros chavales para coger comida de los camiones de los soldados. Terminada la contienda fue a aquel destartalado palacio-seminario de Donlebún, cerca de su casa. Cuando tenía hambre, como otros, ponían una toalla en una de las ventanas altas de la torre. Alumno vivo, listo y aplicado; de lo contrario te enviaban para casa. Había en aquellos años overbooking de alumnos, no sé si de vocaciones y eran escasos los víveres. Lo sorprendente es que muchos llegaron, como él, a nonagenarios. Pasó a Valdediós y terminó su preparación sacerdotal en el Seminario todavía en obras del Prau-Picón de Oviedo. Fue un castropolense hasta las cachas. Es la segunda dimensión y querencia. Se ocupó y se preocupó de la historia y la vida cultural de esta "pequeña Atenas del occidente". Conservó su casa, casi un museo por lo que en ella guardaba, y su lancha en la que salía a pescar en sus cortas estancias lugareñas tres o cuatro peces y algún crustáceo con los que preparaba con destreza una paella o cualquier otro plato marinero para invitar a los amigos de los que se hacía acompañar.

Recibió la ordenación sacerdotal el 16 de julio de 1950, y la Virgen del Carmen le premió con el destino a CandÁs. La mar sequía siendo su ámbito. Dos inolvidables años ayudando a D. José G. Muniellos, con el Stmo. Cristo y la gente marinera. Pero otro 16 de julio le llegó el cambio de destino a San Isidoro de Oviedo. Pronto se hizo popular, animando la señera parroquia de vestigios jesuíticos con innovaciones atrevidas en lo litúrgico y lo social que, según él, no pasaron de pecado venial. Por esos años, llega a España la ayuda americana -la del queso y mantequilla- vía Caritas. Esta institución, nacida en los tiempos de León XIII, empieza poco a poco a articularse y configurarse parroquialmente en Asturias. Los momentos postbélicos de carencia y necesidades que se viven la hacen necesaria. Se necesita un organizador. Legaspi tiene todas papeletas. Será el primer Delegado Episcopal de Caritas, hasta 1972.

Sumó nada menos que 67 años de sacerdote. Pongo punto final, aludiendo al final del Evangelio de S. Juan de este pasado 2.º domingo de Pascua: Muchos otros eventos, que no están reseñados en este artículo, hizo Luis Legaspi a la vista de los asturianos. Los que aquí se enumeran son para agradecerle su vida y ministerio, su entusiasmo por las misiones y guardar de él un cariñoso recuerdo; y pedirle que se asocie a San Melchor y tantos y tantos misioneros, para que la semilla de Cortes dé flores y frutos y se trasplante a todas las parroquias.

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