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Hay esperanza

Dicen que lo último que se pierde es la esperanza, y debe de ser verdad: los madrileños ya no sabían cómo quitarse de encima a la suya, a Aguirre me refiero. Pero al final dimitió, a regañadientes, claro, y eso sí, diciendo que ella lo hace porque se siente engañada y no concibe lo de aguantar en el cargo cuando las cosas andan turbias, que en política hay que ser ejemplar. Debe de ser que Esperanza, que parece avispada, no tenía ni idea de los tejemanejes de su delfín, pero, ¡vaya por Dios!, controlar a sus súbditos va en el cargo. El mismo empecinamiento en no ver lo que no se quiere como el que tiene Pablo Iglesias en imponer en las tertulias de la radio a su novia, perdón, a Irene Montero, portavoz en el Congreso, que piensa que eso le debe de dar derecho a ser ahora tertuliana con Àngels Barceló. Oye, lo último que se pierde la esperanza... ¿y la cordura?

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