Con el ánimo de aprovechar los escasos rayos de sol, comparto un banco en el parque con un señor al que conozco de vista pero con el que nunca he hablado. Es pensionista, lo que se sabe, además de por su aspecto físico, porque no tiene prisa y está deseoso de entablar conversación.

Según va pasando hojas del periódico hace breves observaciones a lo que va leyendo, a modo de tentativa para iniciar un diálogo. Llegado a un punto, y ya sin ambages, me comenta las declaraciones de un destacado político (según él, un sinvergüenza) quien asegura que los pensionistas han mejorado su poder adquisitivo en los últimos años. Me explica la repercusión que a su pensión ha tenido la subida de 0,25%.

Pronto compruebo que el hombre es minucioso en los detalles y tiene bien calculados sus gastos habituales. Sabe que la contribución de su vivienda le ha subido en los últimos tiempos 5 o 6 euros cada año. Su tono se hace más irascible cuando me comenta que en el bar al que acude todos los días, la semana pasada han subido el café 10 céntimos. Además del café, es el periódico, la luz, el gas y un largo etcétera. Mi acompañante se muestra inquieto como la corbata en día de viento y algunos comentarios los acompaña de palabras gruesas. De cada caso es capaz de detallar cada céntimo de incremento que ha sufrido y lo que le supone al mes.

El leve nordeste mueve a su antojo el escaso pelo que aun luce. En otra sección del periódico se hace mención a las previsiones que se hacen de cara a las ya próximas vacaciones. Habrá más coches en las carreteras, más habitaciones ocupadas en los hoteles, veremos los restaurantes más llenos. Dicen ser fruto de la recuperación económica. Él no se irá de vacaciones, hace años que no lo hace. Su actual dilema es discernir a cuál de sus gastos diarios ha de renunciar. Dejar de tomar el habitual café o prescindir del periódico.

Es inevitable hablar de corrupción. Menciona casos próximos a nosotros que no se hacen públicos pero que son igual de escandalosos.

Al despedirme me lanza un vaticinio difícil de roer. La prensa en papel pasará pronto a la historia, como ya lo hizo la máquina de escribir.