La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La ventana

Olor a chamusquina

Los cambios del tiempo y los incendios de mayo

Asturias es una comunidad caracterizada, entre otras muchas cosas, por las persistentes lluvias. Si llueve en la época indicada para ello, no hay de qué preocuparse, al contrario, hemos de alegrarnos por los muchos beneficios que reporta el agua.

Los días de lluvia en verano son solo unos pocos. Lo que es anómalo y causa alarma es cuando en invierno las precipitaciones escasean, como en este año. Los ríos muestran un mínimo caudal y surgen los temidos fuegos en nuestros montes.

Difícil es hallar soluciones a los caprichos de la naturaleza, pero es de estúpidos permanecer impasibles viendo como se deteriora día a día el medio en que vivimos, y en el que confiamos vivan nuestros herederos.

Hay quien se expresa diciendo que el tiempo está loco, hay quien culpa de todos los males que la climatología origina al calentamiento global, lo cierto es que durante el mes de mayo hemos visto a nuestro alrededor como cientos de hectáreas eran abrasadas por un fuego poco habitual en esta época del año. Hay quien vaticina que de seguir así cuando el verano llegue a su fin nuestra comarca puede volver a vivir dramáticas escenas como las recordadas de Allande o La Caridad.

El despoblamiento rural, dejar de aprovechar los recursos del monte, que el ser humano haya optado por ser eminentemente urbano, son factores que facilitan que el fuego se propague a sus anchas. Una vez que el fuego está en su plenitud no hay medios humanos para combatirlo.

Solo se pueden paliar estos trágicos sucesos acudiendo a medidas preventivas y de eso hay una carencia absoluta. De las entidades locales, autonómicas o nacionales no sale la mínima idea que suponga un cambio radical de rumbo.

Existe coincidencia en que los incendios que se dan Asturias son todos, o casi todos, provocados y no nos vamos a creer que sean los marcianos los que nos invaden en forma de incendiarios. No se puede tolerar como argumento la tradición, para recurrir a los incendios en busca de buenos pastos. No se puede tolerar que los mismos políticos que legislan para acotar en uso de los montes una vez quemados, revoquen esa norma sin más. No se puede tolerar que en Asturias cada vez domine más el paisaje de montes pedregosos frente a las cumbres cubiertas del verdoso manto arbóreo.

Compartir el artículo

stats