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La ventana

Mi primer alcalde

Delfín Blanco, un ejemplo de político al servicio de la comunidad

Cuando conocí a Delfín Blanco acababa de abandonar el cargo de alcalde de Luarca; entonces con el nombre de Luarca se designaba tanto al municipio como a la capital del mismo. Andaba yo en aquel tiempo iniciándome en mi afición al periodismo e iluso de mí pretendía que me concediese una entrevista en la que narrase su polémica dimisión. Era evidente, para cualquiera que conociese la talla humana de aquella persona, que no iba a entrar en tal faena. No estaba Delfín dispuesto a levantar ni una pizca de polvo en torno a la pérdida o desalojo del sillón consistorial.

No accedió a la entrevista pero sí me contó un montón de intimidades de su tiempo en la alcaldía y en contrapartida me regaló una relación amistosa y un fructífero trato que perduró hasta que decidió que su tránsito por este camino terrenal se había acabado, cosa que aconteció hace unos pocos días.

No voy a ser yo quien revele los entresijos de su dimisión, la famosa carta que él dejó redactada días antes, los misterios de los cajones del despacho, o la llave de la caja fuerte de la que nunca se supo. Él no quiso que las interioridades vividas en el seno del consistorio valdesano fuesen de dominio público aunque los que podían sentirse perjudicados por su difusión fueran otros.

Políticamente, Delfín era un hombre eminentemente de derechas. Sus principios ideológicos los defendía con tal solidez y elocuencia que resultaba muy difícil contrarrestar su argumentación. Recuerdo que para poner de manifiesto las deficiencias de la democracia como forma de gobernarse ponía como ejemplo su trayectoria política. Así, decía que había sido designado alcalde la primera vez por el Gobernador Civil y ya en democracia, por intermediación de las elecciones, por el Secretario General del partido político de turno, que en su caso era la UCD, en ambos casos era pura designación.

Nos queda para la posterioridad su egregio porte, su buena educación, su sólida cultura. Y nos queda de su tiempo de alcalde algunas lecciones que no deberían olvidar los que le sucedieron. Ejerció el cargo sin sueldo alguno de la corporación. Otorgó a la oposición todo el protagonismo que merecía y aceptó de buen grado su colaboración. Demostró que la política es un servicio a la comunidad y siempre un periodo transitorio.

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