La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Doctor y miembro de la Academia de Legislación y Jurisprudencia

Alonso Ron, referente del Manuel Suárez de Navia

El importante y amplio legado educativo de don Domingo

Escribió uno de nuestros ilustrados que "el progreso estriba sólo en que todos trabajemos, cada cual en su esfera, en que todos cumplamos con nuestro deber, aportando a la sociedad lo que le debemos". Indefectiblemente, la educación y la formación iniciada ya en la infancia y, luego, vigorizada con la adolescencia, a través de maestros y profesores, determinan y condicionan nuestra persona y, a la postre, nuestra vida.

Estoy convencido de que la vocación docente de Domingo Alonso Ron y su capacidad para gestionar una iniciativa educativa como fue el Instituto Laboral Manuel Suárez, con sede en la villa de Navia, nos remiten ya a sus años como bachiller en el Instituto de Lugo y a su posterior graduación en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Oviedo cuando se adentraban los años cincuenta.

Seguramente su procedencia estimuló o, al menos, coadyuvó a sus ganas de emprender y de educar. Si digo esto es porque su padre, Manuel Alonso Fernández, emigrante a Méjico desde As Figueiras ( Castropol), y ya redomiciliado en Ribadeo, había fundado una familia numerosa en la que se fomentaba el trabajo y el estudio.

Con mis palabras no pretendo trazar aquí, única y exclusivamente, el perfil biográfico del hombre y su personal circunstancia, sino evocar lo que significó en su día el Manuel Suárez para la comarca del Navia, es decir, el territorio entre los ríos Barayo y Porcía y los concejos interiores hasta Grandas de Salime, una noble empresa guiada por la personalidad rebosante de don Domingo Alonso Ron. A saber: un compromiso con aquella sociedad rural del Occidente de Asturias de mediados de la década de 1950, preocupada por progresar de la mejor manera, o sea, a través de la formación de los más jóvenes.

Resultando así que don Domingo, el "Dire", capitaneó con férrea voluntad de general aquella iniciativa benéfico-docente hasta su clausura en el curso 1992-93, cuando finalmente se inauguró el I.E.S. Galileo Galilei en la zona de La Granja, tras una andadura provisional de éste en el Colegio Público "Ramón de Campoamor", vecino por lo demás de las instalaciones del Manuel Suárez desde 1975-76.

El Instituto llegó a contar ya en los primeros compases de los años 60 con casi 300 alumnos, que se incrementaron notablemente cuando asumió el alumnado y el personal del Liceo Naviense ( cuyas puertas se habían abierto en 1928 en la calle Maestro Sama ), y más todavía al incorporarse a sus aulas la población femenina escolar en el curso 1969-70.

Señaladamente en la primera etapa del Manuel Suárez, cuando don Domingo se hospedaba en la Fonda Campoamor - luego se residenció en El Pardo, tras contraer matrimonio con la joven profesora de francés en el curso 1967-68-, el Instituto participaba del modelo educativo vigente en la época. Así, contribuyó al acceso a los estudios de enseñanza secundaria de los hijos de obreros y labradores de la cuenca del Navia, pues hasta Grandas de Salime llegó su influencia a través de un régimen de internado de inolvidable recuerdo ("los internos"). "Antón" (Antonio Fernández Egerique) y "José María del Mazo" se encargaban del transporte de los alumnos del Bajo Navia, mientras que "María de la Ermita", María Luisa y Felipa trajinaban con reconocida destreza guisandera en las labores de la cocina y atendían el concurrido comedor, del que incluso se podía disfrutar gratuitamente, a modo de privilegio, en los casos en que le correspondía al alumno desempeñar funciones de vigilancia por las dependencias del centro.

Desde luego, disciplina y esfuerzo son los valores que entonces se predicaban. Así, a tal orden, se formaba marcialmente en "El Patio" para acceder a las aulas, estando reservado el "Cuadro de Honor" para los estudiantes más aventajados, y se distinguía mensualmente con "La Margarita" al colectivo de bachilleres que hubiera destacado.

Su inicial orientación hacia los estudios agrícola-ganaderos, el dibujo técnico y las labores de taller resultó seminal para que, posteriormente, abundasen los jóvenes que cursaron estudios de Veterinaria, Aparejador y Peritaje, también de Magisterio y de Educación Física, o bien se iniciaron en los oficios relacionados con la electricidad, los transformados del metal, la carpintería y la delineación.

Más tarde, con los aires de libertad que soplaron desde mediados de los 70, tras la instauración de la democracia, llegaron nuevos tiempos para el Instituto Laboral - ahora ya como "Fundación Manuel Suárez" -, hasta su agónico final a principios de la década de 1990. Si bien su cierre definitivo se prorrogó todavía durante algún tiempo, casi a modo de epílogo, con el uso de las instalaciones por la Fundación Laboral de la Construcción para sus enseñanzas prácticas de capacitación profesional de los jóvenes de la zona que pretendían incorporarse al sector.

Coincidió aquella etapa de la apertura democrática con la implantación del COU y la extinción del Plan de Estudios de 1956 (aquel famoso Plan de Estudios del Bachillerato Laboral del Ministro de Educación Ruiz Giménez, donde se cursaba hasta séptimo año, con sendas reválidas en 4.º y 6.º, en nuestro caso en centros externos), el acceso a la enseñanza secundaria de los alumnos de BUP, la introducción de los estudios de FP ( ramas Administrativa y de Taller), la constitución de las Asociaciones de Padres de Alumnos, entre otras novedades, las cuales terminaron desvirtuando un tanto aquel inicial carácter de Instituto Laboral, para pasar a adecuarse a los nuevos rumbos que se imponían en la enseñanza y, en definitiva, a las directrices que marcaba el Ministerio de Educación (MEC). Las huelgas de estudiantes de 1975-76 y, más modernamente, de 1986-87, o algunas sonadas expulsiones temporales, entre otros desencuentros con la dirección del centro, resultarían impensables tiempos atrás; como también fue definitivo el abandono del uniforme, que había pasado de una zamarra gris con escudo de los primeros momentos al clásico conjunto de americana azul con botones de ancla y pantalón gris allá por el curso 1968-1969.

Ciertamente hay antiguos alumnos que aún cuestionan aquel régimen de educación y su severidad, el cual identifican con la figura de don Domingo; algunos incluso imitan o parodian sus excesos de gestualidad, o su celo de responsabilidad, como cuando aquejado por un proceso reumatológico agudo -corría el año 1985- impartió sus clases desde una cama que había ordenado habilitar en la propia aula.

Con todo, el balance del Manuel Suárez no puede resultar más que positivo, no solamente por las salidas profesionales que alentó, sino porque asimismo promovió la práctica del deporte y la gimnasia, contribuyó a la mejora de la dieta alimentaria entre los estudiantes que hacían uso de los servicios de comedor, incluidos los hábitos higiénicos, o nos familiarizó con el recurso de los test psicológicos para encauzar inclinaciones o aptitudes. A ello hemos de añadir que fue adalid de la competición cultural, por ejemplo cuando con ocasión de la celebración de las fiestas de Santo Tomás de Aquino de 1970-71 se instituyó un concurso que copiaba el esquema de un programa de éxito de TVE cual fue "Cesta y Puntos". Lo cierto es que este espíritu de superación redundaba en los buenos resultados que se obtenían por el Manuel Suárez en las pruebas de reválida y, a continuación, de acceso a la Universidad, sea a través del examen de madurez que identificaba al PREU y, después, de la posterior selectividad.

Sin lugar a dudas, don Domingo fue el rector y gestor de aquella magna empresa. Trabajador estajanovista y profesor de raza, riguroso en sus campos de conocimiento, las Matemáticas, la Física o la Química, lo recuerdo con bata blanca o una chaqueta marrón cubierta a menudo por una cascada de tiza, mientras trataba de explicar la paradoja del rentista que pretende vivir sin trabajar; no menos interesante resultaba su axioma de los números positivos, jugándose las llaves de su coche - en mi época se desplazaba en un "escarabajo azul" - a quién sumando dos números de tal naturaleza obtuviese un resultado negativo.

Discreto y celoso de guardar la privacidad de su entorno familiar, su exposición frente a la mirada curiosa me traslada de golpe a descubrirle realizando análisis de las aguas por la ría de Navia, allá a principios de los años 70, cuando la empresa CEASA desembarcaba entonces por Armental. Para tales fines navegaba en una lancha a motor que conducía con diligencia un buen conocedor del medio, "Evaristo el de las gabarras" (Evaristo Fernández Prieto, "El Piteiro").

Llegados a este punto, tengo que ratificar que yo fui alumno de don Domingo Alonso Ron. Y que al Instituto Manuel Suárez debo parte de lo que soy, profesional y humanamente. Dedicación, rigor intelectual y disciplina son valores que adquirí en esa etapa de formación adolescente y que ya para siempre me acompañarán. Si redoblar los esfuerzos es redoblar de vivir, manifiesto que aún siento la ineludible necesidad de seguir aprendiendo. Por eso mi reconocimiento a la labor formativa transmitida por el Instituto Manuel Suárez, al tiempo que traslado desde esta tribuna mi afecto personal a la viuda de don Domingo, María Aurora Vallín, así como a sus cuatro hijos.

Descanse en paz nuestro ilustre director, tras el deber cumplido; la sementera resultó fértil, pues copiosa y diversa fue la cosecha, hasta el punto de que, hoy por hoy, hay representación extendida del Manuel Suárez al más alto nivel profesional a través de los cinco continentes.

Finalmente, a modo de deseo, sería muy conveniente que el patronato de la Fundación Manuel Suárez demuestre, más antes que tarde, altura de miras, de manera que sus magníficas instalaciones, las cuales acusan ya un apreciable deterioro, vuelvan a servir tan eficazmente al interés público como en su día lo hizo el Instituto Laboral Manuel Suárez, a la par que nuestra villa de Navia y nuestras gentes del Bajo Navia recuperan un activo cargado de futuro. Confieso que no reconozco más nobleza que la fuerza de la inteligencia dirigida al bien común; sólo sumando energías y voluntades y aunando esfuerzos conseguiremos el anhelo general.

Compartir el artículo

stats