En relación con este drama, los relatos de los Hermanos Grimm centran la atención en la manifestación del alma envilecida por la envidia. Si bien describen la belleza femenina de Cenicienta y de Blancanieves, a las dos niñas se les puede suponer la natural dote de Zarzarrosa: "hermosa, casta, amable y comprensiva"; todas ellas son virtudes que protegen el alma noble del sentimiento de inferioridad. Ciertamente, como se recoge en ambos relatos, Blancanieves y Cenicienta, las hermanastras y la madrastra, todas ellas son mujeres "hermosas", si bien hermanastras y madrastra tienen en común un "negro y horrible corazón" y la condición "arrogante y presumida".

El hecho es que el alma envilecida, en la que "ha crecido la mala hierba, la de la envidia y el despecho", cuando de juzgar a los importantes se trata, bien sabe que la hermosura es motivo de asombro y, por el contrario, el reconocimiento y la admiración lo son por la valía natural. Cierto es que Cenicienta es admirada por ser hija amorosa, pudorosa con sus sentimientos (sola, ante la tumba de la madre, llora su orfandad), hermana abnegada, diligente, sencilla, paciente, atenta y amable, así como su manera de ser respetuosa, al tiempo, confiada en la buena fe en el obrar de los demás; y, así, sin esperar ser correspondida. Efectivamente, todo ello se considera propio de un corazón noble. Mas lo admirable, lo que le convierte en heroína del cuento es su entereza moral y, sola en su soledad, el haber forjado un espíritu para afrontar la adversidad de la vida. Sola en su soledad y en la asunción de la realidad, en su alma todo atardecer es preludio del venidero amanecer ("?las lágrimas cayeron sobre el brote de avellano y lo regaron; y el brote creció, convirtiéndose en un hermoso árbol"). Cenicienta es admirable porque tiene alma de mujer, la misma que anima a la "Dorotea" y la "Marcela" cervantinas; es el alma segura de sí misma y de la recompensa del esfuerzo personal ("?el pajarillo le arrojaba desde el árbol lo que había deseado").

Blancanieves, consciente de que sus méritos personales pueden representar, para aquellos individuos de personalidad débil, motivo de merma en la propia autoestima, como es el caso de su madrastra, opta por pasar desapercibida ("quedarse en el bosque"). De natural, es cordial, sin hacer distinción por condición social, y corresponde con los cuidados y atenciones propios de quien es considerado en su relación con los otros. Todo ello le ha valido, desde el primer momento, la admiración y aprecio de los sencillos enanitos. Alma inocente por noble, noble por inocente, no ve maldad en quien disfraza sus aviesas intenciones con maquillaje de anciana bondadosa. Son éstas, pues, las dotes naturales de Blancanieves

¿Qué ha ensombrecido el corazón de "las hermanastras" y de "la madrastra"? El espejo, al que ellas acuden a asomarse, refleja sus almas laceradas, así como la inocencia perdida por la derrota. En la respuesta de cada una de ellas al miedo de vivir, a la dificultad y al peligro de estar viva, se deja ver que sus acciones se encaminan a protegerse contra el daño. A los focos, que han iluminado el escaparate de la hermosura y la juventud de la madrastra, les ha llegado el momento, en el que han dejado de iluminar. Ahora es Blancanieves quien, con brillo propio, el de los méritos personales, capta el interés y admiración de humildes y nobles. Es, pues, el momento del naufragio para la madrastra. Su error trágico es la elección hecha, el del escaparate elegido: la hermosura es flor de un solo amanecer. Negar la realidad no salva del naufragio: a cada Blancanieves borrada, otra imagen traerá el espejo, allende lo incansable.

¿Las hermanastras? El complejo de inferioridad presenta dos rostros: el sentimiento propiamente de inferioridad y el sentimiento de superioridad. En ambas manifestaciones, el mecanismo de defensa, ante la herida por complejo de inferioridad, es el ilusorio poder y la ficticia superioridad. La persona presa de este estado de ánimo aprovechará la posición de fuerza y, así, dominar a quienes están, por razón de trabajo o por otras circunstancias, obligados a obedecerle. La persona que así se conduce es, consciente o inconscientemente, sabedora de que nada hay en ella que deje de sí misma huella en la memoria de otros; consciente o inconscientemente, siente la futilidad de su vida; consciente o inconscientemente, oye la voz de los otros decirle "no te necesitamos"; consciente o inconscientemente, es sabedora de su inutilidad para los demás y la poca estima que estos le profesan. Así, trayendo "días muy duros para la pobre huerfanita", mediante el hostigamiento (quitándole "sus lindos vestidos", haciendo chanzas, obligándole a realizar tareas innecesarias, sometiéndole al cruel capricho), las hermanastras maquillan la futilidad de sus vidas. A pesar de llevar a cabo estas acciones con su víctima, la realidad, la de la futilidad de su vida, cada mañana, sigue siendo la misma: porque han errado el camino y son sabedoras que, así, no llegarán obscurecer el brillo de Cenicienta, al mismo tiempo que son conscientes de que, cada mañana, el espejo reflejará lo que siempre anhelan y nunca llegarán a ser.