En Asturias se recurre al dicho "Después de vieyo, gaitero" para referirse a una persona que hace algo no habitual a cierta edad. Pues bien, aquí va un ejemplo: recién cumplidos los 41, correr por primera vez una media maratón. "La Batallona" de Somiedo se celebró el pasado domingo, 2 de julio; fueron 22 kilómetros por el parque natural, desde el Alto de la Farrapona hasta Pola, a través de un paisaje espectacular que, todo hay que decirlo, ayuda. Correr pasa a ser secundario cuando uno tiene delante la espectacular vega de Camayor o el descenso al Lago del Valle, con unas vistas impresionantes.
Pero hay que avanzar y hay que llegar a la meta. Cruzarla tres horas después (3 horas, 3 minutos y 10 segundos, para ser exactos) es sorprendente para alguien que echó a correr hace poco más de un año y que hace tres tenía encima 25 kilos más. ¿Por qué apuntarse a una media maratón? ¿Y por qué no? Un reto más, siempre y cuando sea asumible.
La receta, constancia en los entrenamientos, ir poco a poco, correr al menos tres veces por semana distintos circuitos (media hora o una como mucho de vez en cuando) y al ritmo que pida cada día el cuerpo. El objetivo: ganar fondo y resistencia. Lo indispensable: olvidarse del reloj. Hay muchos más motivos para correr que hacer tiempo o pulverizar cronómetros. Por ejemplo: quemar calorías, estar más o menos en forma y, sobre todo, despejar la mente. Para esto no se necesitan el minutero ni los excesos.
Así las cosas, "La Batallona" se presenta como algo accesible: es una media maratón, sí, pero gran parte de los 22 kilómetros van en descenso o por llano, pesa más el aspecto lúdico que el competitivo y el trazado permite alternar la carrera con el paseo para recuperar fuerzas. A todo esto se suma que de compañera de fatigas va la mejor amiga, más en forma, más veterana en estas lides y encargada de tirar del carro. También reacia a mirar el reloj y partidaria de disfrutar y de pasarlo bien. Pero con la dosis necesaria de orgullo para imprimir cierto ritmo y tratar de hacer un tiempo de justicia (al fin y al cabo, estas cosas tienen su punto).
Pasito a pasito, con nada de agobio, cierto esfuerzo y muchas risas se cubren etapas, se va dejando un buen puñado de corredores detrás y se llega a la meta en Pola de Somiedo. Unas más frescas que otras, con peinado, maquillaje y pendientes intactos. Todo hay que decirlo: se ha de presumir y hay que ir estupenda hasta en la montaña.
El cansancio se olvida. La emoción y el orgullo de haber llegado pueden con él. Es hora de felicitaciones, de pregonar por el wasap que se ha logrado el reto y de echar alguna lágrima. Es que a cierta edad ya no se dominan los sentimientos. Lo dicho: después de vieya, runner.