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Recordando a los maestros

Un homenaje a los que, en unas condiciones precarias, formaron a generaciones para desenvolverse en la vida

Apenas si fue ayer cuando los niños íbamos a la escuela con el "señor maestro" o la "señorita" maestra", a menos que esta fuese casada, lo que la convertía en "señora".

En algunos pueblos había escuelas de niños y de niñas; en otros, dependiendo del número de alumnos, eran mixtas. En los pueblos donde no había escuela se contrataban, por los vecinos, los "maestros temporeros". Normalmente, esta operación se hacía en las ferias de septiembre en Gera, a través de una subasta, y los maestros contratados pasaban el invierno en la aldea, durmiendo en una casa y comiendo y cenando cada día en la de un vecino. Muchos de los temporeros eran maestros a los que les habían retirado el título después de la guerra, por lo que no podían ejercer oficialmente ni optar a plaza.

La mayor parte de las escuelas, en los pueblos del occidente asturiano, eran regentadas por maestros llegados, en su mayoría, de Galicia, seguidos de León y Zamora. Con frecuencia venían con toda la familia, al igual que el médico, el veterinario o el farmacéutico. También podían venir otros funcionarios públicos como los notarios, los guardias civiles, los guardas forestales o los vigilantes de arbitrios.

Estos hombres y mujeres, de entrega total hacia la preparación del ciudadano, poseían, sin lugar a dudas, una profunda vocación por la enseñanza. Con frecuencia, al terminar el horario lectivo daban clases a los adultos o participaban en la organización de grupos de teatro costumbrista y en organizaciones de sextaferias, además de escribir cartas a familiares emigrados o a organismos oficiales, todo esto de manera altruista sin extras ni puntos o subvenciones. Lástima que algunos, posiblemente de mente corta, sólo los recuerdan por sus castigos, sin tener en cuenta que aquella era una época autoritaria, al igual que ahora lo es permisiva. Recuerdo que cuando el maestro me castigaba o me pegaba, llegaba a casa escondiéndome, porque si mi padre se enteraba no me preguntaba, me daba más. Y lo recuerdo con afecto, sin trauma de ningún tipo.

Eran épocas de posguerra, comía el que tenía un terreno para patatas y un gochín en la despensa, porque la cartilla de racionamiento no daba para mucho; sin embargo, esta situación había creado un gran sentido de solidaridad. Por aquella época era muy común la expresión de: "pasa más fame que un maestro escuela ", y posiblemente era así, porque entre otras cosas eran las únicas familias que no poseían unas tierras en donde cultivar algo para su alimentación, por ello los vecinos les solían llevar embutidos, huevos, patatas, harina y otros productos de la cosecha familiar, con los que complementaban el paupérrimo salario.

Aún estoy viendo los pupitres de dos y el armario de libros de lectura, en donde abundaban los libros de humanidades como la guía del artesano o el manual de urbanidad, que junto a la cimbreante vara de avellano o la regla ayudaban a la enseñanza y a la corrección. El respeto y la obediencia eran fundamentales, no en vano la mayoría de los alumnos tenía en las enciclopedias de primer, segundo y tercer grado su "universidad" para la vida. De aquellas escuelas ee entonces salían unos alumnos preparado en cálculo y caligrafía que los graduaban para emigrar y "hacer las Américas".

Una tarde a la semana se limpiaba la escuela, barriéndola con serrín humedecido. También se aprovechaba para hacer tinta, con polvos azules o rojos, guardándola en botellas con las que se rellenaban los tinteros de cerámica. Algunas de estas tardes, con buen tiempo, se aprovechaban para salir al campo y hacer estudios sobre la naturaleza en vivo.

Uno de aquellos maestros, procedente de Salamanca y que ejercía en la escuela de Rellanos, cuando salíamos al campo no hacía llevar unas cajas y unos botes de cristal para recoger orugas y renacuajos. Así formaríamos terrarios en cajas de madera (caja de Farias), a las que les poníamos una tapa de cristal, para ver la evolución de oruga a capullo, crisálida y mariposa o en el acuario en la lata de membrillo para ver el paso de renacuajo a rana. Era todo una maravilla. Y a la vez construimos puzzles de mapas y maquetas de molinos o batanes. Por eso, pasados los años me causaban risa mis hijos cuando llegaban del colegio con gran juerga y sus libros de "tecnología", donde se explicaba cómo doblar un papel para meterlo en un sobre y otras lecciones muy parecidas.

Muchos ciudadanos tienen que agradecer a los maestros, que tantas necesidades paraban, la preparación que les abrió los caminos de la vida... y lo hemos olvidado.

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