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La ventana

Un cierto orden

La exageración de tachar de maltrato animal la Fiesta del Pato de Cueva

Un niño de corta edad camina en compañía de su madre, observa en el suelo en presuroso tránsito de unas hormigas. La reacción inmediata del infante es intentar aplastar con su zapato uno de estos minúsculos himenópteros. El acto no merece la reprimenda de la madre y nadie se le ocurrirá calificar al niño de maltratador o de evidenciar signos violentos.

En la actualidad los burros son dignos de veneración y requieren de iniciativas para salvaguardar su existencia ante la alarmante disminución de su población. Hace años el burro era el prototipo de animal de carga, al que con una mínima ración alimenticia se le exigía un trabajo sin pausa. Y así fue durante siglos, sin que de ninguna manera se puede decir que los pollinos eran víctimas de la animadversión de sus dueños.

La pequeña localidad de Cueva en Valdés viene celebrando desde hace lustros y lustros lo que se conoce como la Fiesta del Pato. Un íntimo festejo que hace unos pocos años traspasó la frontera local porque alguien descubrió que allí se practicaba un juego que consistía en cazar un pato en el agua. Deducir que en Cueva se produce un acto de maltrato animal es una exageración malintencionada, aunque sería recomendable la sustitución del animal por un objeto inerte.

Existen multitud y variopintas asociaciones en defensa de los animales, y entre tal amalgama se cuela algún que otro mastuerzo que pretende erigirse en el más entusiasta de los intransigentes. También los hay que pelean a diario para salvar a seres humanos que están en riesgo grave a lo largo y ancho de este mundo. Otros tienen por objetivo preservar el equilibrio ecológico del planeta. Al igual que Maslow estableció la pirámide de las necesidades humanas, cada cual es libre de ordenar la jerarquía de las cosas según su importancia.

Muchas especies animales están hoy en grave en peligro de extinción. Los patos no están en esa categoría. Establecimientos carcelarios albergan en su seno gallinas, conejos, cerdos o vacas impedidos de movimiento destinados a producir a ritmos vertiginosos. Los patos de Cueva no sufren estas penalidades.

Mientras en el mundo seres humanos son inmigrantes a la fuerza, mientras millones de personas viven refugiadas en condiciones angustiosas, mientras haya niños explotados laboralmente, no seré yo quien me aflija por la salud psicosomática de un pato.

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