Sabíamos que pasaría. Tanto enarbolar trapos de colores, tanta identidad nacional y tanta unidad patria no hicieron más que dar alas a los que ya estaban al acecho. Primero fue la desideologización de la sociedad; después la banalización de términos como "terrorista", "golpe de Estado", "antipatriota" y otras lindezas de las que es objeto todo aquel que levante la voz. Hoy (lunes) os rasgáis las vestiduras por la subida imparable del neofascismo alemán, mientras miráis para otro lado ante el ataque a los adversarios políticos en Zaragoza. Según vuestros interesados criterios, en el país germánico es un peligro a combatir, y aquí, delante de nuestras narices, habláis de "altercados". Aprovechar el fanatismo de las banderas, ondeando envalentonadas por actuaciones más que desproporcionadas del gobierno, es de una irresponsabilidad manifiesta. Mayor y más preocupante que la que con tanta alegría y desparpajo atribuís sin miramientos a cualquier iniciativa ajena. ¿Y qué dirá Piolín de todo esto?