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La ventana

Había úa vez

Érase una joven pareja que tenía un hijo. A partir de que el pequeño cumplió los dos años, el padre, cada día al acostarse y antes de dormirse, le contaba un cuento. El padre, sentado en el borde de la cama, ponía todo el entusiasmo en el relato y, haciendo énfasis en cada frase, propiciaba un placentero sueño al pequeño. De esta forma tan tradicional fueron cimentándose en aquel querubín la fantasía y la curiosidad.

El niño creció y tuvo un hermanito. Después hubo un tercer y un cuarto hijo, así que el padre, para que sus hijos mayores no tuvieran que oír cuentos repetidos, fue casa por casa por todo el pueblo, y de cada una salía con nuevos y maravillosos relatos. Pensó el padre que sería bueno recopilarlos en un libro para que otros padres no se viesen con la misma dificultad que él encontró cuando sus hijos iban creciendo.

Lo hasta aquí expuesto puede parecer un cuento, pero algo muy parecido sucedió en La Caridad. Martín de Villar es el padre y el autor de un libro, recientemente aparecido, que consta de cien cuentos extraídos de la tradición popular. Una tradición popular que se propaga de forma oral y que corre el riesgo de perderse al desaparecer los mayores, que son quienes guardan estos tesoros en su memoria.

En el libro hay cuentos cortos y otros más largos, los hay que son poemas y los hay que son fábulas. Algunos son adaptaciones locales de cuentos famosos muy antiguos. En muchos casos los protagonistas son animales, entre los cuales no puede faltar la sagacidad y astucia de la zorra, que al final siempre sale malparada.

La mayoría de los libros que se publican son fruto de la creatividad de un autor. En este libro está el autor y responsable de que viese la luz, pero hay otros protagonistas. Hay una legión de personas mayores, abuelos y abuelas, que regalaban sus recuerdos pasados ante la petición de Martín de Villar. Y hay 190 niños y niñas del colegio de La Caridad que, todos y cada uno, han ilustrado a su manera cada uno de los cuentos del libro. De esta forma tan sencilla y modesta se establece un nexo entre la generación de mayores y la generación que viene, que a buen seguro fructificará de forma positiva.

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