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Psicóloga y logopeda

Convivencia humana y usos sociales

El individuo en el mundo

En el ámbito de la vida personal, el individuo se halla con la presencia de otros seres humanos. Es en este encuentro con otros individuos donde tiene lugar el hecho social, acontecer solo propio del hombre. Cierto que se dice de algunas especies que forman sociedades tales como abejas y otros. En sí, lo social tiene que ver con acciones y comportamientos que los individuos llevan a cabo. El hecho es que cada persona se encuentra a sí misma habiendo sido arrojada al mundo, en el que cada instante siguiente es incierto y, consiguientemente, impelida a hacer algo para asegurar su estar ahí. Y en esto consiste su vivir, en llevar a cabo acciones que aseguran su vida. En este hacer la vida propia nadie la puede suplantar. Es el individuo quien tiene que hacerlo por sí mismo, en razón de lo que él se proponga conseguir. Así, "el hecho humano de vivir es siempre un hecho personal". Es al individuo a quien le acontece pensar, querer, sentir, ser el actor de su vida, sujeto de sus acciones. El hombre es también el único ser que es consciente del sentido de todo lo que hace y que todo lo que lleva a cabo en su vida lo hace por decisión propia. Consiguientemente, la esencia de la vida del hombre es la soledad.

Es la soledad lo que define el hecho de vivir. Lo social no es, pues, lo propio de la vida. Pero es el caso que, en este hacer la vida, el individuo se encuentra con otras personas. Entre éstas, las hay con las que comparte ciertos vínculos, los que confieren a la relación la condición de "humana convivencia", en la que cada uno de ellos se siente acompañado del otro y en una comunicación -por así decir- íntima. Caracteriza, también, a este modo de ser siendo con otras personas la espontaneidad y voluntariedad. Pero a esta forma de ser con los íntimos no se puede considerar -en rigor- relación o hecho social.

En cambio, lo que entendemos como hecho o vida social se presenta como sujeta a reglas, normas convencionales, con las que cada individuo se encuentra ya dadas, ahí, hechas. Esta otra forma de ser con los otros es el propio de los "usos sociales" y, para tener lugar, no presupone los vínculos dados en la "convivencia humana"; tan sólo conlleva, por parte de los concurrentes, la observación de las formas y usos convencionales. Si en la convivencia humana el sentido y significado de los vínculos son claros para los miembros de la relación, en cambio, no lo es tanto el de las convenciones, con sus fórmulas y rituales. Éstas son encontradas en el escenario social e incluso le son impuestas a cada individuo que concurre a éste; no obstante están también presentes en el ámbito propio de la convivencia humana y, en cuanto tales son exigidas, para que ésta pueda llevarse a plenitud. Ahora bien, quién haya determinado que sean estas fórmulas y aquellos rituales no tiene rostro; es lo sin rostro, la gente, la sociedad, esto es, "nadie". Curiosamente, teniendo su origen en nadie, en lo abstracto (lo social) es lo que nos humaniza y, consiguientemente, nos aleja de las bestias y de su natural modo de ser.

Por otro lado, la humana convivencia acerca al hombre al modo de ser auténtico, y en la consecución de su mayor o menor logro va a influir la presencia o no de barreras psico-afectivas que le dificulten el encuentro sincero con esas otras almas, a las que va a su encuentro por razón de los vínculos afectivos que le une. En cambio, siendo el ámbito de lo social lo que humaniza, los usos sociales acercan al individuo a lo impersonal, al inauténtico modo de ser del "se dice", "se hace", "se opina", "se habla"; en definitiva, de "lo común", del "sentir común", " de "la pública opinión".

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