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Psicóloga y logopeda

El adolescente

Las claves para entender el proceso de autonomía y rebeldía de los jóvenes

Existe la convicción de que la adolescencia es un período crítico en la vida del individuo y que en el joven va a tener lugar un cambio de carácter. Realmente, lo que tiene lugar en la adolescencia es la ruptura progresiva -en sentido figurado- del cordón umbilical, cordón que le ha mantenido, hasta este momento, en una relación -por así decir- de dependencia con los padres. Ahora, el joven comienza a dar los primeros pasos por sí mismo en la vida. Ciertamente, el individuo siente la necesidad de experimentar nuevas situaciones. Estas serán pruebas que van a dar lugar a que se pongan de manifiesto los "errores en el estilo de vida" adquiridos en las etapas anteriores, sin que éstos hayan sido detectados ni, por consiguiente, corregidos. En rigor, no se puede afirmar que con la adolescencia tiene lugar un cambio de carácter; habría que decir, más bien, que el carácter, que ahora aflora, ha venido formándose durante el tramo de vida recorrido.

Una de las circunstancias en la que se va a poner de manifiesto la personalidad del joven, conformada por la educación recibida y la asimilación de lo vivido hasta entonces, tiene que ver con la convicción de haber superado la etapa infantil y de verse a sí mismo como soberano absoluto de su vida.

Hasta aquí, nada que pueda preocupar. Ahora bien, el factor que va a generar tensión en la relación con sus mayores -padres y educadores- es la percepción que de esta autonomía tenga el joven. Según haya venido siendo la colaboración de los padres en el proceso de incorporación al mundo de los adultos, así nos encontraremos ante dos actitudes ante la vida. Cuando aquella aportación familiar no ha sido la deseable -ni en medida ni en modo- es fácil que el adolescente sea dado a generar tensión en la relación, por entender que las normas y deberes representan una limitación a su autonomía. Sin embargo, cuando la colaboración ha sido la adecuada, el joven encontrará en estos deberes y obligaciones recursos favorables en provecho propio para su crecimiento personal. En el primer extremo, es habitual el desconcierto de los padres, al no entender esta situación de continuo medir el pulso sin descanso del hijo con ellos. Aquí, lo habitual es encontrarse con padres convencidos de que ha tenido lugar un cambio de carácter en quien hasta este momento había sido un chico obediente y ahora es un rebelde obstinado, incluso que puede acceder a caminos que ningún padre quiere ver transitar a su hijo. En estos casos, se incurre en el error de pensar que ha tenido lugar un cambio de carácter. No, no ha tenido lugar semejante cambio; tan sólo que ahora el joven se ve con valor para el enfrentamiento con sus mayores. Al otro extremo pertenece el joven sensato, interesado en la consecución de sus objetivos personales, consciente de que es el único responsable de lo que es y sea su vida.

Cierto que en esta etapa de la vida aparece en el individuo una necesidad imperiosa de tener su espacio propio. De ahí que cualquier empeño de los padres por ejercer el control del joven es contraproducente. Es fácil que, en esta situación, el joven reaccione con la actitud conocida como "negativismo del adolescente", viendo en los padres y profesores a intrusos frente a quienes ofrecer férreo antagonismo, resistiendo en no ceder un palmo del espacio propio. Ahora los padres deben ser lo suficientemente hábiles para conjugar el respeto a la intimidad y libertad de acción que el hijo exige como un derecho irrenunciable e inalienable con el saber ejercer cierto grado de control de la vida del hijo, sin que él se sienta invadido en su espacio personal, pero que evite errores y daños de difícil reparación. Si se ha llegado a esta situación es porque en la etapa anterior no se ha colaborado en forma y medida con el hijo para que él sepa cuidarse y valerse como un individuo autónomo y responsable de su vida.

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