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Psicóloga y logopeda

Jugadores, padres y club UD Los Castros

Sobre la experiencia de un equipo que aplica la máxima "ningún niño sin convocar, ningún niño sin jugar"

En las categorías inferiores se ponen de manifiesto expectativas y orientaciones, que no siempre son compartidas por los actores que concurren en un club deportivo. Así, en el joven jugador, desde el pre-benjamín hasta el juvenil, las expectativas se agotan en ser convocado a todos los partidos y jugar el máximo número de minutos posibles. El joven tan sólo quiere "jugar". En segundo lugar, el joven tiene en mente lograr la victoria. Al respecto, D. José Manuel Castro Piñeiro comenta: "El niño es competitivo. Cuando se le pide que elija a jugadores, escoge aquellos que aseguren la victoria y deja sin nombrar a su amigo, porque no da el nivel deseado, si bien, una vez terminada la pachanga, vuelve a compartir su tiempo con él". En esta voluntad de victoria, cada joven deja al descubierto la educación que ha conformado su percepción de la realidad humana. Es verdad que, en la mayoría de los chicos, la victoria o la derrota representan el listón de la superación personal; en los menos, en cambio, subyacen otros componentes de índole afectivo y motivacional, más propios de consideración psicológica.

Entre los padres la coincidencia es manifiesta. Preguntados, cada uno quiere que su hijo disfrute del fútbol. Dado el caso de que no sea titular, al menos espera que se le convoque a todos los partidos y se le brinde unos minutos, para que el joven pueda "saberse miembro partícipe" y sentir la satisfacción de haber jugado con su equipo. Menos frecuente es el caso de quien parece esperar del hijo que realice sus propios e incumplidos sueños; de ahí el enfrentamiento con el técnico y directiva, cuando su expectativa no se ve cumplida.

Hay, por otro lado, quien tiene al hijo en "ese" club de mayor prestigio, en "ese" club filial de algún equipo profesional, sin importarle el que no sea convocado ni juegue; porque, en definitiva, alimenta ilusiones infundadas, sin considerar lo frustrante de la situación para el joven.

La directiva y el cuerpo técnico forman el tercer grupo de actores. Es posible que el club anteponga los resultados a la ilusión del niño por jugar, e incluso que obvie otros aspectos que se han de aportar para la formación humana del joven.

El caso de la Unión Deportiva Los Castros es, cuando menos, singular. Temporada tras temporada, ha ido adaptando las prioridades al dictado de la experiencia, en la consecución del fin perseguido, "hacer de la Unión Deportiva Los Castros un club", como así le gusta decir a D. Camilo. El padre, que ha confiado su hijo a Los Castros, es sabedor de que el principio que rige la vida deportiva de esta sociedad reza así: "Ningún niño sin convocar, ningún niño sin jugar". Ciertamente, los logros deportivos se persiguen y se celebran. Pero es el hecho que la directiva les tiene indicado a los técnicos de los respectivos niveles que "hagan grupo". Dicho en otros términos: el joven debe sentir que forma parte de un equipo humano, con cuyos componentes comparte su afición por el fútbol y un sentido de la vida. En razón de este objetivo, la directiva cuida la elección del técnico. Se busca, a tal fin, la persona que ejerza, sobre todo, de educador y modelo moral. De ahí que, quien asiste a los entrenamientos, al finalizar éstos, escuche al Sr. Martínez Arango recordarles a los jóvenes que han de observar escrupulosamente las "normas de civilidad", aquellas que precisamente los padres les inculcan en casa, así como insistir en el principio rector de convivencia humana o "respeto mutuo" tanto con sus compañeros como con el rival.

En razón de este ideario se entiende por qué en los partidos no se escucha, desde la zona de banquillo, ningún grito que atenace al jugador, ni se observa gesto alguno que merme la autoestima del joven.

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