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La leyenda de Ney y las nieves de mayo

El paso por Asturias del más bravo mariscal de Napoleón

Parece ser que al fin las nieves de mayo nos han abandonado. Nos parece completamente extraño ver nevar en estas fechas, pero no lo era tanto en tiempos pasados. Mirando tras el cristal de la ventana, con la carretera cubierta de manto blanco, recuerdo los dichos de esa historia social que inunda nuestra tradición oral. El recuerdo del más famoso Mariscal de Napoleón, Ney, queda unido en el tiempo a ese mayo de 1810 cuando deslizándose desde Galicia por el oeste entra en el occidente asturiano plantando sus botas impetuosamente en lo que era la isla asturiana rodeada de tropas francesas. Al que Napoleón llamó "el más bravo entre los bravos" deseaba caer sobre Oviedo y capturar a Don Pedro Caro y Sureda, Marques de la Romana, asestando a la vez un duro golpe en el ego más antiguo de la historia de España: "Asturias nunca vencida" caería y se postraría ante el Mariscal impetuoso y la maquinaría de guerra francesa. Así, partió de Lugo el 13 de mayo con una columna de unos 4.000 hombres, integrada por infantería (27º, 39º y 59º de Línea; 25º Ligero), trescientos jinetes (3º de Húsares y 25º de Dragones) y artillería (ocho piezas de artillería de montaña). En un alarde de astucia, Ney cruzó la frontera asturiana por Ibias bajo la mirada asombrada de sus habitantes ante la temeridad y locura de esos franceses cruzando despeñaderos y gargantas desnudas, al amparo de terrenos montañosos, donde los caminos eran poco transitables pero, como contrapartida, avanzaría amparado por la discreción. El rigor de la montaña y la nevada en aquel entonces hicieron de su hazaña parte de nuestra tradición oral y aún hoy se recuerda que los franceses mandaron despejar las carreteras de los puertos del Rañadoiro, Cerredo y Leitariegos.

Fueron los habitantes de estas localidades, obligados a punta de bayoneta, quienes aceleraron el paso de Ney y su ejército hacia la desprotegida Cangas de Tineo (Cangas de Narcea actual), dormida en los laureles de la indiferencia y ajena a lo que se les venía encima, confiados en que las alarmas (servicios de aviso de presencia de tropas francesas) diesen cuenta de una posible llegada de invasores. Cada vez está más considerada entre los historiadores la idea de que Ney dividió sus tropas a fin de caer sobre Cangas haciendo la pinza: una parte de tropas ligeras por el Puerto del Rañadoiro para atacar por retaguardia, y el grueso de la formación por Leitariegos llevando el peso del ataque que terminó, como no podía ser de otra manera, con una conquista fulminante sobre el occidente asturiano. Sí, nevaba en mayo, ¡que se lo digan al Mariscal Ney allá dónde esté! Allá, ¿quién sabe dónde? Lo digo por la leyenda que rodea el destino final del bravo Mariscal francés, que después de doblegar Asturias "Nunca vencida" y ahora ya derrotada, llamando mediante un comunicado a los asturianos posteriormente a que depusiesen las armas y que obedeciesen los designios de la Francia, terminó fusilado contra un muro de los jardines de Luxemburgo. Pero la leyenda no sería leyenda si el fin del bravo Mariscal francés hubiese sido éste.

Hay quien cuenta que: "Lejos de los campos de batalla de toda Europa, asolados y sembrados de cadáveres tras la Revolución Francesa y el Imperio napoleónico, en el cementerio de una pequeña parroquia presbiteriana de Cleveland (Carolina del Norte), reposan los restos de Peter Stuart Ney, maestro de escuela fallecido el 15 de noviembre de 1846 a la edad de 77 años. En el delirio de su muerte confesó otra identidad: Él era el mariscal Ney, duque de Elchingen, Príncipe del Moscova, héroe de las campañas napoleónicas, presuntamente fusilado el 7 de diciembre de 1815". ¿Qué hay de cierto en todo ello? Habremos de dejar que la leyenda continúe siempre ligada al pasado de nuestra tierra asturiana y a las nieves de mayo retiradas de los puertos asturianos de Rañadoiro, Cerredo y Leitariegos por los habitantes de los concejos: degañeses y lacianiegos.

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