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La rula de Llanes: un error evitable y subsanable

Salvaguardar en su esencia el singular edificio racionalista exige derribar un elemento constructivo añadido

Según se ha anunciado, la Oficina de Turismo de Llanes se trasladará en breve a la antigua rula, con lo que se recuperará una de las construcciones emblemáticas de la villa de Ángel de la Moría. Cuando eso ocurra resultará aún más evidente la agresión visual del pegote sin valor artístico ni histórico, perceptible desde prácticamente cualquier ángulo de visión y clamorosamente irrespetuoso con el proyecto racionalista original, que la Consejería de Cultura del Principado de Asturias instó a reponer allí basándose en un desafortunado informe del Servicio de Patrimonio.

Pasan cosas muy raras en estos tiempos de desconcierto global, y una de ellas es esa decisión de la Consejería, empeñada en preservar a todo trance el vulgar añadido que distorsiona las líneas de uno de los edificios de más alto significado para los llaniscos. En vez de amparar la naturaleza de una obra arquitectónica singular, se ha enrocado con una obstinación que, en plena crisis económica, cuando hay que atender tantas necesidades sociales, ha venido a costar a los bolsillos de los vecinos de Llanes 30.000 euros. Sorprende, y mucho, el mutismo del Colegio de Arquitectos, que algo tendría que decir al respecto.

Presumiblemente, la polémica no se va a acallar hasta que se elimine de una vez el pegote en cuestión, que el Ayuntamiento de Llanes, con buen criterio, ya había quitado de en medio hace tan solo unos meses. Están en juego la defensa de los derechos de un municipio y la conservación de una obra de arte tal y como la concibió el arquitecto Joaquín Ortiz García, modernizador del perfil urbanístico de Llanes en los años de la Segunda República.

En una imaginativa descripción del pegote, la encargada de Documentación Histórica de la Consejería de Cultura llegó a afirmar que se trataba de "un cuidadoso remate para que forme parte de una unidad de estilo con el resto del edificio". Implícitamente, la funcionaria parecía atreverse así a enmendar la plana al autor del proyecto, culpable de una imperdonable ligereza al no haber previsto un "cuidadoso remate" semejante. Desconoce, la mujer, tres detalles esenciales en cuanto al cambio, meramente circunstancial y anecdótico, registrado en la morfología del edificio: primero, que fue Vicente Cotera García (alcalde de Llanes y jefe local del Movimiento entre 1940 y 1947) quien autorizó la construcción de un pequeño anexo, dos o tres años después de finalizada la contienda civil, para guardar en él la báscula de la Rula; segundo: que ese elemento constructivo se derribó a finales de los años ochenta a iniciativa de la cofradía de pescadores, que ya no veía en él utilidad alguna; y tercero: que fue repuesto en 1991 para instalar un congelador al servicio de la lonja. (José Luis Batalla, el arquitecto que proyectó y dirigió aquella obra, para la que estaba consignada una subvención de 1.600.000 pesetas, manifestaba el otro día que había sido para él "una decepción que se volviera a reconstruir, pues sin ese añadido la vieja rula lucía en todo su esplendor").

La Consejería de Cultura, causante del perjuicio actual, se habría ahorrado el mal trago de la tan discutida y discutible orden de obligar al Ayuntamiento a rehacer el cubículo si, simplemente, se hubiera molestado en echar una hojeada a los planos de la Rula que obran en poder del Archivo General del Principado, a los que nos referíamos en el artículo "La Rula de Llanes y sus guardianes", publicado en estas páginas el 28 de marzo.

Cabe suponer el bochorno y la perplejidad que habría producido todo este pintoresco entuerto en el discreto Joaquín Ortiz. Por él y por su obra, por el respeto debido al patrimonio arquitectónico llanisco y al arte en general, hay que derribar definitivamente el polémico apéndice. La orden dictada desde Oviedo fue un error, evitable antes y subsanable ahora.

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