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La enseñanza en la villa riosellana

Los diferentes centros escolares de la localidad, desde el siglo XVII hasta la inauguración del actual instituto, en 1987

En plena era de la informática en la que un gran porcentaje de los niños y niñas españoles poseen cuando menos un teléfono móvil y un ordenador personal, ambos con acceso a Internet, resulta sorprendente que hace tan sólo unas décadas la enseñanza en Ribadesella se encontrase aún en un estado lamentable.

En su artículo titulado "La enseñanza en Ribadesella", publicado en la revista La Plaza Nueva, el historiador Juan José Pérez Valle ofrece una retrospectiva de la evolución de los estudios primarios y secundarios en la villa.

Hasta la fundación de las primeras escuelas, las familias pudientes se dedicaban a contratar a profesores-tutores para la enseñanza de sus hijos. No es hasta el siglo XVII que se fundan los primeros centros, generalmente dirigidos por religiosos, para la educación de los niños pobres del pueblo.

Surgen así las primeras instituciones educativas en Collera, Moro, Pría (a la que por entonces pertenecía Cuerres) y la villa riosellana. Asimismo, en el siglo XVII el denominado Gremio del Mar instituye una escuela de primeras letras para los hijos e hijas de sus miembros, aunque también se admite a los hijos de padres "terrestres", esto es, no marineros. En esta época el maestro debe enseñar a leer, escribir, contar, doctrina cristiana y cortesía.

Ya entrado el siglo XVIII se crea también una escuela en Leces. No obstante, según nos indica Juan José Pérez Valle, "durante el siglo XVIII por término medio un 70% de la población adulta no sabía ni siquiera escribir su nombre" (op. cit., y en sucesivas citas).

En el siglo XIX la enseñanza primaria se hace gratuita. El Consistorio se hace cargo de los costes, y se crea la Junta Municipal de Primera Enseñanza para el control de las escuelas del concejo, aunque esto no evita la existencia de escuelas rurales sostenidas por los vecinos.

En 1840 el concejo es dividido en cuatro distritos (la villa, Collera, Leces y Moro), y se establece una escuela primaria en cada uno de ellos. Pero la situación no mejora de manera ostensible; si bien es el Ayuntamiento el que debe encargarse del sueldo de los maestros, material escolar, alquiler de edificios etc., las arcas municipales no cubren todos los gastos, de modo que las escuelas están desprovistas de mobiliario y demás útiles; las aulas se ubican en los pórticos de las iglesias rurales, y los alumnos llevan a clase el libro que encuentran por casa, si es que hay alguno.

En este periodo se enseña a leer y escribir, operaciones básicas de aritmética, catecismo, historia y geografía, "repetido todo machaconamente y con el habitual método pedagógico basado en dar palos a los alumnos". A pesar de todos los problemas, el porcentaje de analfabetos en Ribadesella va disminuyendo gradualmente, hasta el punto de que a finales del siglo XIX se reduce al 49% de la población.

No sería hasta muy avanzada la segunda mitad de este siglo que se implanta en la villa un centro de primera y segunda enseñanza. Se trata de un colegio privado creado en 1877, llamado El Ángel, continuado en 1896 por el San José; este último, además, impartía estudios de comercio, muy útiles para la formación de futuros emigrantes. En todo caso, las condiciones educativas aún presentan grandes carencias, y las pésimas retribuciones de los profesores provocan que muestren "escaso interés por la enseñanza incumpliendo horarios, y que algunas escuelas estuviesen casi permanentemente vacantes".

A partir de 1902 es el Estado el que se hace cargo del pago de los maestros, con lo que pasan a ser funcionarios. Pero la escasa inversión en los centros educativos hace que las cosas no mejoren, por lo que es el municipio y los vecinos quienes sostienen sus escuelas y pagan a los enseñantes.

En 1904 el Ayuntamiento adquiere los terrenos de La Atalaya. Con el fin de construir allí un grupo escolar de enseñanza primaria, se solicita al Estado una subvención y se abre una suscripción entre los riosellanos emigrantes en países americanos. Las obras terminan en 1919 y quedan construidas "unas magníficas escuelas con dos edificios, uno para las niñas y otro para los niños, con todo lo necesario para la enseñanza, con amplias e iluminadas aulas alrededor de un abierto patio central que disponía de una fuente, rodeado de otro cubierto para guarecerse en caso de lluvia durante los recreos y otros actos".

Paralelamente, también surgen en la villa colegios privados de educación primaria que vienen a suplir las deficiencias de la escuela pública; es el caso de las Religiosas del Sagrado Corazón, el Patronato Obrero y las escuelas de Ramón González Carcedo y de Emilia González.

Entrado ya el siglo XX, por lo que a enseñanza secundaria se refiere, es el colegio San Viator el que gozará de gran prestigio en el pueblo. Abre sus puertas en torno a 1915, y durante varios años imparte clases de enseñanza primaria, idiomas, bachillerato y comercio. Pero ante la subida de la renta del inmueble, la falta de espacio para los niños así como de vivienda para los profesores e internos, los hermanos viatores abandonan la villa y se trasladan a Infiesto.

Posteriormente, se implanta la Academia-Escuela Comercial, que por un tiempo impartirá clases de enseñanza primaria, secundaria, comercio e idiomas. Y más tarde, en 1930-31, se crea un colegio regido por hermanos maristas, el San José, que ejercerá la docencia hasta la Guerra Civil. En cuanto a la enseñanza primaria privada, está cubierta por el colegio de las hermanas Dominicas de la Anunciata.

En 1924 la asistencia a la escuela se hace obligatoria desde los 6 hasta los 14 años. Se crean las primeras cantinas en la escuela de la capital municipal, y pocos años después se construyen seis nuevos centros escolares en Nocéu-Sardéu, Camango, Santianes, Cuevas, San Miguel de Ucio y Torre.

Acabada la Guerra Civil en 1939, la asistencia a clase sigue siendo deficiente hasta la década de los años cincuenta, debido al trabajo en el campo al que los padres envían a sus hijos desde muy niños. Las ausencias de los maestros son también habituales por los escasos medios, así como por estar "mal pagados y peor considerados". Cabe destacar que durante las décadas de los años 50 y 60, el libro de texto más popular en España es la Enciclopedia Álvarez.

A partir de la Ley General de Educación de 1970, la escolarización obligatoria se acerca al 100%, y se amplía la edad de estudios primarios de los 12 a los 14 años. Las escuelas de la zona rural se cierran y el alumnado se concentra en el colegio público de Enseñanza General Básica Manuel Fernández Juncos. La enseñanza privada sigue siendo por entonces impartida por las Dominicas y por el colegio San José, ubicado en la calle Comercio.

También hay personas, generalmente mujeres "con más voluntad y experiencia que conocimientos", que acogen a niños menores de seis años enseñándoles los rudimentos de la escritura en diminutas pizarras; es el caso, por ejemplo, de las hermanas Marina y Pilarina en la calle Villar y Valle, y de Eduigis en El Portiellu cuya escuela se conocía como Casa Gina.

"Hasta los años 60 el bachillerato constituía una enseñanza de élite", de modo que los institutos de Llanes y Cangas de Onís suplen en cierta medida esta deficiencia del concejo riosellano. En este contexto hay que mencionar la figura de Dionisio Ruisánchez Fuentes, indiano nacido en Sardéu en cuyo testamento se establece la creación de un centro público de segunda enseñanza en la villa. Su viuda, Avelina Cerra, en colaboración con el Estado y el Ayuntamiento, se encargará de llevar a cabo la voluntad de su marido creando el Colegio Libre Adoptado Fundación Ruisánchez.

Finalmente, en 1987 se consigue la concesión de un instituto estatal para Ribadesella, "noticia que es celebrada en el pueblo con el lanzamiento de cohetes". En la actualidad la enseñanza obligatoria y gratuita es complementada con academias de enseñanza privada que imparten clases particulares.

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