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Profesor

Semblanzas riosellanas: Jesusa Martínez

Homenaje a una mujer que, en otras circunstancias, habría desarrollado una brillante carrera literaria

La conocida expresión orteguiana "yo soy yo y mi circunstancia" hace referencia a la impronta indeleble que deja en nosotros el contexto familiar, social, cultural, geográfico... en el que nacemos y nos desarrollamos. Quién sabe hasta dónde podría haber llegado en el terreno literario nuestra protagonista de hoy de haber sido distintas sus circunstancias.

En su artículo titulado "Teresa de Jesús Martínez", publicado en la revista local La Plaza Nueva nº 7, el investigador Juan José Pérez Valle nos relata la vida y obras de esta escritora.

Jesusa Martínez Mier -"Teresa de Jesús", como le gustaba hacerse llamar- nace en El Habariegu-Calabrez en 1889, y muere en 1980 a consecuencia del atropello de una motocicleta, así como del mal estado de su corazón; su cuerpo descansa en el cementerio de Linares.

De familia muy humilde, siendo niña emigra a La Habana con sus padres, María y Ramón. Allí nace su hermana María Rosa, sordomuda. El clima caribeño no le sienta bien a la madre, por lo que pronto deciden regresar con la mala fortuna de que el padre fallece durante la travesía en barco, y su cuerpo tiene que ser arrojado al mar. La madre inicia el viaje embarazada, de modo que a los pocos meses nace José Ramón.

Desde entonces, y salvo un breve lapso de tiempo en Oviedo, Teresa de Jesús pasará la mayor parte de su vida en una cabaña en La Henosa-Calabrez, donde va a desarrollar su talento literario en unas condiciones de vida francamente difíciles. En palabras de Juan José Pérez Valle: "Huérfana, la vida de Jesusa fue siempre muy dura en aquellos montes donde de pequeña cuidaba ovejas, descalza y semidesnuda" (op. cit. y sucesivas citas).

Con excepción de alguna visita a la villa riosellana, y breves temporadas con familiares en Infiesto, Fuentes o Cuevas, aquella aldea conforma su mundo donde desarrolla "una vida llena de angustias e inquietudes" en condiciones de extrema pobreza.

A principios del siglo pasado, la localidad de Calabrez se encuentra muy aislada con respecto a la capital municipal. No hay teléfono, las viviendas carecen de los servicios básicos como agua y luz eléctrica, y ni el correo llega hasta allí (los vecinos tienen que desplazarse a Sardéu a recoger la correspondencia).

Siendo muy joven Jesusa trabaja en el servicio doméstico en casa de unos parientes; pero su hermano decide embarcarse para La Habana -desde donde enviará algún dinero a la familia hasta su regreso-, de modo que Jesusa vuelve a Calabrez para ocuparse de su hermana sordomuda y de su madre, que llegará a quedar paralítica.

La penuria en la que viven es tal que en 1925 el periódico "El Eco de los Valles" de Panes, con el que Jesusa colabora, inicia una suscripción para ayudar a la escritora. Y dos años después el diario "El Carbayón" de Oviedo hace un llamamiento a la Acción Católica de la Mujer para auxiliarla, por lo que ingresa en un centro de acogida en Oviedo, aunque a los pocos meses regresa definitivamente a su casa con su madre y su hermana.

Mujer de profundas creencias religiosas y cierta inclinación hacia lo místico -de ahí el sobrenombre de Teresa de Jesús-, se dice de ella que era "una persona inteligente, de fluida conversación, discreta, educada y con una gran habilidad para las manualidades -enmarcaba y vendía cuadros de estampas"-; y, asimismo, que por una promesa gustaba de vestir el hábito de Santa Teresa.

Si bien asistió a la escuela de Calabrez un cierto tiempo, se puede decir que nuestra escritora es totalmente autodidacta. Le nace la vocación literaria a los 21 años de edad, "en un momento de su vida en el que se encontró muy sola"; la difícil vida en su aldea y su carácter introvertido y angustiado se van a reflejar en su obra. Llega a relacionarse con autores contemporáneos como Pepín de Pría y Concha Espina. Cultiva el artículo periodístico, colaborando con "El Eco de los Valles", el diario gijonés "Región" y el semanario local "La Atalaya" (donde firma con seudónimos como Yoli y Yosemite). Escribe poesía y cuentos que publica en periódicos y en revistas habaneras.

En su primera novela, titulada "Dolor y sacrificio", se reflejan "los sinsabores de una vida burlada, triste y oprimida"; su segunda novela, "La virgen bohemia", escrita según ella "sobre las almohadas de mi lecho", gozará de amplia difusión y llega a utilizarse en algunas escuelas de Parres y Ribadesella como libro de lectura en el aula; y la tercera lleva por título "Tierra pulcra".

Veamos uno de sus poemas líricos, un soneto publicado en "La Atalaya" el 6 de junio de 1926 con el título "A una hiedra":

"¡Oh planta cariñosa, emblema de ternura

que al árbol y al peñasco te ciñes con amor;

evocas al mirarte de un alma la tortura

que oprime sofocante la yedra del dolor!

Siempre a la luz buscando andas, y trepadora

mostrando tus afanes hacia un mundo mejor,

brindando tus favores a esa mano creadora

que dio fuego a las almas, a las cosas calor.

Tú absorbes de la tierra la savia fecundante

que es vida, y en ti nace esa pasión gigante

que imprime a lo que vive el hálito divino.

¡Cuidado, en tus anhelos conviene seas prudente

que tu amoroso abrazo pudiera irreverente

matar al que te sirve de apoyo en tu camino!"

En enero de 1929, nuestra autora envía un relato corto al semanario local titulado "Lagrimas de una flor", en el que incluye una despedida que los redactores publican de la siguiente guisa: "la señorita Teresa de Jesús (...) por motivos de salud, se retira del mundo de las Letras para no volver a escribir ni como corresponsal ni en ningún otro género de colaboración; enviando un sentido adiós a sus lectores y a cuantos la han favorecido adquiriendo sus libros y otras publicaciones. Huelga decir cuánto lamentamos esta resolución de nuestra distinguida compañera, a la que, por otra parte, sinceramente envidiamos los que nos vemos obligados a seguir punzándonos a diario en las muchas 'espinas sin flores' que, cada vez en mayor número, obstruyen la senda periodística".

En 1953, Teresa de Jesús Martínez ingresa con su hermana en el centro Unión Social Católica de Colunga, donde continuará sus aficiones literarias. Lamentablemente, salvo lo publicado en los mencionados rotativos, no nos queda nada de su obra; por alguna razón, la autora acabaría rompiendo o quemando todo lo que había escrito.

Con esta breve semblanza no se pretende aquí sino rendir un sencillo homenaje a una mujer que, en otras circunstancias, podría haber llegado a desarrollar una brillante carrera en el mundo de las letras.

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